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Basada en Hechos 1 - 4
Uno de los conceptos más distorsionados en nuestros días es la idea que mucha gente tiene acerca de la iglesia. Para algunos, la iglesia ha llegado a ser un centro de entretenimiento. La gente viene a disfrutar; viene a gozarse con sus iguales más que a oír la voz de Dios. Y ciertamente hay un gozo en el Señor cuando somos una verdadera iglesia, pero eso es muy diferente a cuando se va a la iglesia con el propósito de ser entretenido. Por tanto, la manera como muchos miden la calidad de una iglesia es por lo mucho que pueden disfrutar cuando vienen o asisten a ella, cuando en realidad la medida de una iglesia está dada por la centralidad de esa iglesia en la Palabra: cuán cristocéntrica es la predicación; de qué manera Dios es honrado y exaltado a la hora de adorarle y de exaltarle.
Tenemos que recordar que el propósito número uno de la iglesia es la gloria de Dios; la manera primaria de glorificar a ese Dios es exaltando su nombre, y no hay otra manera de hacer eso que no sea a través de la exposición de Su Palabra. Cuando hacemos eso Dios se complace y visita a Su iglesia.
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En el inicio del libro de los Hechos podemos ver claramente cómo Dios considera lo que la iglesia es. Para comenzar, en el capítulo 1 vemos que descendió poder de lo alto, descendió el Espíritu Santo, de manera que el Espíritu tiene que estar presente en medio de una congregación si verdaderamente es iglesia.
Por otro lado, a medida en que sigues leyendo esos primeros capítulos te encuentras a hermanos que eran de un solo corazón, de un alma, de un mismo sentir; ellos compartían el uno con el otro, porque cuando el Espíritu está morando en la vida de aquellos que ya han llegado a creer, Él los une, y ahora hay una unidad especial disfrutada entre ellos. Puedes ver cómo esta gente estaba siendo bautizada, puedes ver, incluso, cómo esta gente compartía el pan. La vida de iglesia involucra los sacramentos: el bautismo, la santa cena.
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Pero puedes ver también cómo Dios nos dice al final del capítulo 2 del libro de los Hechos que Él agregaba a la iglesia a aquellos que estaban siendo salvos. De manera que la iglesia es un grupo de personas redimidas por el Espíritu de Dios, que conforman ahora lo que la Biblia llama “la novia de Cristo”; y de esa forma comenzamos a entender que iglesia no es una institución, no es un grupo de personas que cantan. La iglesia es, básicamente, una unidad de personas de Dios, redimidas a precio de sangre, quienes cuando se reúnen a escuchar la Palabra, y luego van afuera a vivir dicha Palabra, siendo capaces de hacer tambalear las puertas del infierno precisamente por el poder de Dios que mora en ellos.
Solo personas redimidas forman la verdadera iglesia, independientemente de cuántas personas asistan los domingos a un lugar en particular.
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Este artículo forma parte de la serie «95 tesis para la iglesia de hoy» del Pastor Miguel Núñez
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