Lección 3 | La doctrina divide | R. C. Sproul

Lección 3 | La doctrina divide | R. C. Sproul

Cuando era muchacho, aprendí un dicho que me ha resultado útil: "Los especímenes ornitológicos de plumaje idéntico o similar habitualmente tienden a remontar el vuelo en la proximidad más cercana posible". O en palabras simples, "pájaros de un mismo plumaje vuelan juntos". Tenemos una tendencia a querer reunirnos con las personas que sostienen valores y perspectivas similares a los nuestros, De hecho, uno de los escándalos del protestantismo es que muchas veces la membrecía de la iglesia no se define por una confesión de fe común sino más bien según las similitudes socioeconómicas. Una de las cosas del pasado que yo respetaba de la Iglesia Católica Romana era que la iglesia se establecía en torno al concepto de parroquia. No vemos una primera, segunda, tercera, cuarta y quinta Iglesia Católica Romana en la misma cuadra tal como podríamos tener la Primera Iglesia Bautista y la Segunda Iglesia Bautista, o la Primera Iglesia Presbiteriana, la Segunda Iglesia Presbiteriana y la Tercera Iglesia Presbiteriana.

La unidad del Nuevo Testamento es una unidad de fe. La Iglesia Católica Romana decidió tener personas provenientes de la administración, del sector obrero, y de diversos trasfondos étnicos en la misma congregación. Esa es una maravillosa práctica, porque la iglesia no debe apuntar a algún grupo demográfico en particular. Toda la sociedad está llamada a participar en el cuerpo de Cristo. En la comunidad del Nuevo Testamento, no había una iglesia bautista de Éfeso, una iglesia presbiteriana de Éfeso, y una iglesia luterana de Éfeso. Era la iglesia de Éfeso. Desde luego, puede que las villas y pueblos muy pequeños de nuestro tiempo tengan solo una iglesia, pero en general tenemos una proliferación de iglesias. Pero, insisto, la unidad de la que habla el Nuevo Testamento es una unidad de fe, una unidad donde las personas se reúnen por causa de un compromiso común con la verdad y con el evangelio. Hoy en día, hemos visto intentos de encontrar la unidad estrictamente a través de estructuras organizacionales visibles. Otra forma en que tratamos de definir la unidad es concentrar nuestros esfuerzos en lo que puede llamarse unidad espiritual.

Recuerdo que en la década de 1970, cuando yo estaba en Pennsylvania, en el Ligonier Valley Study Center, hospedamos a un grupo de cristianos que nos visitaban desde Francia. Era un grupo de cristianos carismáticos. Ellos compartían su experiencia carismática pero provenían de una amplia diversidad de trasfondos eclesiásticos. Algunos eran luteranos, algunos eran católicos romanos, otros eran pentecostales y otros eran presbiterianos. Ellos hablaban con mucho gozo y entusiasmo acerca de la unidad que habían experimentado al ser uno en el Espíritu.

Yo estaba asombrado por su obvio sentido de unidad, así que les dije: "¿Cómo han logrado superar algunas de las serias diferencias históricas que ustedes tienen?". Y ellos dijeron: "Bueno, ¿cuáles, por ejemplo?". Así que yo mencioné algunas, pero fue un error, porque en cinco minutos estaban discutiendo. acaloradamente sobre aquellos asuntos. En otras palabras, ellos podían tener su unidad siempre y cuando dejaran de lado sus diferencias doctrinales. ¿Puedes sentir la tensión que eso provoca? Por una parte, hay algo extremadamente positivo respecto a la unidad espiritual que era real. Pero hay un grave peligro en tratar de ignorar completamente las diferencias doctrinales.

Al parecer esa es la tendencia de nuestra cultura actual. El axioma de nuestro tiempo es la declaración "la doctrina divide". Históricamente, eso es cierto: la doctrina efectivamente tiene una tendencia a dividir a las personas. ¿Alguna vez, te has preguntado por qué divide? Las instituciones liberales aparentemente logran un alto nivel de tolerancia de los puntos de vista distintos a los suyos. Por el contrario, los conservadores al parecer rifien por muchas cosas.

Pero quizá los liberales no sean tan tolerantes como uno podría pensar. Ellos tienden a ser relajados respecto a la doctrina hasta que la discusión se vuelve hacia la doctrina conservadora. Entonces la atacan con vehemencia. Aquellos que se jactan de ser abiertos de mente la cierran rápidamente. Yo creo que el motivo básico por el que las iglesias liberales pueden tolerar una tan amplia variedad de doctrinas es que en realidad la doctrina no les importa mucho. Estas iglesias no tienen una pasión por el contenido esencial de la fe cristiana, mientras que en el ambiente conservador las personas están dispuestas a dar la vida por la verdad de la Escritura porque ven que tales cosas tienen una significación eterna.

Para los que están del lado de las convicciones liberales, el ambiente puede ser muy diverso en cuanto a los principios declarados en los credos del cristianismo, porque eso no les importa. Pero a los creyentes si les importan los credos, porque a ellos les preocupa el contenido de su fe. Los creyentes que intentan ser fieles a las Escrituras saben que prácticamente en cada página de las epistolas del Nuevo Testamento hay una exhortación respecto a guardar la verdad de la fe que en otro tiempo fue entregada. Pablo, mientras aconseja a Timoteo, Tito, y otros, está muy preocupado de advertir a las iglesias acerca de aquellos que socavarian la verdad de la fe apostólica por medio de falsas doctrinas.

La más fuerte crítica contra el liberalismo decimonónico fue la que presentó el teólogo suizo Emil Brunner en su clásica obra Das Midler (El mediador). En esta obra, él habló de la cristología desarrollada en la teología del siglo XIX que concluyó en la negación de la deidad de Cristo y su expiación sustitutiva. El dijo que podía definir la esencia del liberalismo decimonónico en una sola palabra, unglaube, o incredulidad. Brunner dijo que el liberalismo del siglo XIX era un monumento a la incredulidad. 

La controversia más acalorada en la historia de la teología fue la Reforma protestante del siglo XVI. Esta controversia se centraba en dos preguntas principales: ¿qué es el evangelio?, y ¿qué debo hacer para ser salvo? Martín Lutero soportó grandes dificultades y la hostilidad de multitudes de personas a medida que arreciaba el furor de la controversia. Hacia el final de su vida, Lutero observó que en sus días se había encendido la luz del evangelio y había iluminado las tinieblas. Recordemos el lema de la Reforma: Post tenebras lux, es decir, "luz después de las tinieblas".

Lutero dijo que era inevitable que, dentro de poco tiempo, la luz del evangelio sería escondida una vez más en la oscuridad. La razón que dio fue que allí donde se predica el evangelio, este divide y provoca controversia. La gente no quiere constante controversia. Lo que queremos es paz. El mensaje de los falsos profetas de Israel era un mensaje de paz. Pero su paz era ilusoria. Ellos predicaban paz cuando no había paz, o lo que Lutero llamaba una paz carnal.

Lutero dijo que cuando el evangelio se predica con pasión y precisión, no trae paz. De hecho, nuestro propio Señor dijo: "No piensen que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada" (Mateo 10:34). Eso no significa que estemos llamados a usar armas de combate militar para fomentar la expansión del reino. Debemos ser pacificadores. Debemos ser tolerantes, amables y pacientes. Pero si miramos el registro histórico, los verdaderos profetas de Israel lucharon por la verdad, y cada vez que lo hicieron, se desató controversia.

Probablemente ningún ser humano haya generado tanta controversia como Jesucristo. La gente se veía impulsada a posicionarse a favor de él o bien en su contra. El registro de la iglesia apostólica en el libro de Hechos es el registro de una controversia constante e intensa. La controversia se enfocaba en la predicación del evangelio. La predicación era tan controversial que la autoridad religiosa de la comunidad judía prohibió tajantemente a los apóstoles predicar el evangelio, porque este era controversial y dividía al pueblo.

En nuestra generación, se nos ha dicho que la virtud suprema es la paz. Hemos vivido en la era de la bomba atómica. Hemos visto guerra por doquier. Estamos cansados de las disputas, cansados de que la gente se pelee y se maten unos a otros. Es por la gracia de Dios que las iglesias no están quemando personas en hoguera ni poniéndolas en potros de tortura como se hacía en siglos pasados. Hemos aprendido a coexistir con personas con las que discrepamos. Valoramos esa paz. Pero me temo que el peligro es que la valoramos tanto que estamos dispuestos a oscurecer el evangelio mismo. Debemos tener cuidado de hablar de unidad cuando en realidad no la tenemos. A veces me parece que creemos que tenemos más unidad de la que realmente tenemos.

Históricamente, en el momento de la Reforma, los protestantes no solo eran llamados protestantes, sino también "evangélicos". Los llamaban evangélicos porque abrazaban el evangelio. Históricamente, aunque los evangélicos del siglo XVI iniciaron denominaciones diferentes, aún había principios fundacionales de unidad que los vinculaban. Los dos puntos principales de unidad en el evangelicalismo histórico y clásico eran dos solas clave de la Reforma: sola scriptura y sola fide. 

Sola Scriptura refleja el hecho de que todos los distintos grupos protestantes creían que la Biblia era la autoridad final para asuntos de fe y práctica. Todos ellos creían en la inspiración y la infalibilidad de la Biblia. Y en segundo lugar, ellos concordaban en la cuestión cardinal del siglo XVI, a saber, la doctrina de la justificación solo por la fe, es decir, sola fide. Aunque pudieran diferir en cualquier otro asunto (tal como en lo relativo a los sacramentos y otras doctrinas), al menos tenían el cemento de aquello que si afirmaban en común y unía a los protestantes. Esa unidad duró varios siglos.

Es solo en nuestro tiempo que hemos visto a este grupo de personas que se hacen llamar evangélicas desviarse de estas dos doctrinas. Hasta finales del siglo XX, uno casi podía garantizar que una persona que se llamara evangélica creía que la Biblia era la Palabra de Dios, que era infalible, que era inspirada, y que era inerrante. Eso ya no puede suponerse. Esa unidad ha sido desbaratada.

En efecto, un historiador aduce que el término evangélico ha sido casi completamente privado de su significado. Históricamente, ser evangélico significaba algo doctrinal. Es decir, se definía en relación con una particular confesión. Ahora tiende a definirse por una metodología en lugar de una teología. Y hoy en los denominados círculos evangélicos existe el mismo tipo de pluralismo descontrolado que el que hemos visto en el liberalismo histórico. Tratar de vivir como cristiano es muy complicado, y es igualmente dificil que "vivamos en paz con todos" (Romanos 12:18). Realmente necesitamos mover cielo y tierra para mantener la paz. No obstante, al mismo tiempo, se nos llama a ser fieles a la verdad del evangelio y la pureza de la iglesia.

Fragmento extraído del libro ¿Qué es la iglesia?, por R. C. Sproul

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