El gran predicador Dwight L. Moody lo invitó en dos ocaciones a su iglesia en Chicago. En el segundo viaje en 1912, el barco en el que viajaba naufragó. Su hija y hermana sobrevivieron, pero Harper saltó al agua mientas el barco comenzaba a hundirse.
Aferrado a un palo y a punto de morir una ola lo acerca a un joven y Harper le pregunta: ¿Eres tú salvo? Y el joven le responde: no, no lo soy. Y él le responde: cree en el Señor Jesucristo y serás salvo. Luego, una ola lo acercó nuevamente al joven y le preguntó otra vez: ¿Eres salvo? Y el joven le responde: aún no. Y le respondió: cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.
Harper se hundió y murió y el joven entregó su vida a Cristo en ese instante.
John Harper fue otra de las víctimas del naufragio del Titanic.
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