Por ende, casi todos los herejes pecan contra el primer mandamiento | Martín Lutero

Por ende, casi todos los herejes pecan contra el primer mandamiento | Martín Lutero

La misericordia y la gracia de Dios existían ya antes de que nosotros naciéramos; y no obstante, nosotros hemos hecho caso omiso de esta misericordia, y hemos puesto nuestra confianza en obras, méritos, y cosas por el estilo. Esto es lo que Moisés quiere decir con las palabras: "Serviréis a dioses hechos, de manos de hombres". Y esto lo debemos evitar. Pero quien falla en este artículo, inevitablemente llegará a ello. Por eso mismo Moisés nos exhorta con tantas palabras a que nos atengamos al Primer Mandamiento, y nos aterra con la amenaza de que "Dios es un Dios celoso", amenaza que vale en primer término para los que abominan de la voluntad divina. 

Moisés añadió al mandamiento de Dios tanto promesas como amenazas. Y también la predicación nuestra debe quedar dentro del marco de lo que dijo Moisés: "Si no quieres aceptar la gracia, tendrás la condenación y la ira". Esto, creo, lo pueden entender todos. Esto es lo que resulta cuando uno se aleja del Primer Mandamiento: inmediatamente erige un ídolo y establece para sí una obra en la cual pone su confianza. Por esto dice Moisés: "Permaneced con Dios; de lo contrario, la consecuencia inevitable será que os levantéis un ídolo."

A hombres tales los llamamos entonces "herejes", es decir, gente que se aparta del Primer Mandamiento y de la fe en el Dios verdadero. De esta manera, Moisés nos indica que si renegamos del Primer Mandamiento, nos resultará imposible eludir la idolatría. En pocas palabras: toda secta que surja, irremediablemente arremeterá contra el Primer Mandamiento y contra Cristo Jesús; a este resultado final llegarán todos los herejes sin excepción. Quedémonos pues con este artículo: "No tengáis otro Dios" que el que llega a nosotros en la palabra y en los sacramentos.

Pues dime: ¿quién es su pueblo, y quién su iglesia? Son, como queda dicho, los que buscan al Señor su Dios de todo su corazón y de toda su alma, o sea, los que confían sola y únicamente en su divina misericordia y permanecen en lo que les enseña el Primer Mandamiento y desisten de la engañosa confianza en sus propias obras. Otros se podrán llamar iglesia e incluso ángeles. Todo esto no tiene valor alguno.

Extraído del libro Lo que el Primer Mandamiento exige, y lo que promete, de Martín Lutero

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