Moisés añadió al mandamiento de Dios tanto promesas como amenazas. Y también la predicación nuestra debe quedar dentro del marco de lo que dijo Moisés: "Si no quieres aceptar la gracia, tendrás la condenación y la ira". Esto, creo, lo pueden entender todos. Esto es lo que resulta cuando uno se aleja del Primer Mandamiento: inmediatamente erige un ídolo y establece para sí una obra en la cual pone su confianza. Por esto dice Moisés: "Permaneced con Dios; de lo contrario, la consecuencia inevitable será que os levantéis un ídolo."
A hombres tales los llamamos entonces "herejes", es decir, gente que se aparta del Primer Mandamiento y de la fe en el Dios verdadero. De esta manera, Moisés nos indica que si renegamos del Primer Mandamiento, nos resultará imposible eludir la idolatría. En pocas palabras: toda secta que surja, irremediablemente arremeterá contra el Primer Mandamiento y contra Cristo Jesús; a este resultado final llegarán todos los herejes sin excepción. Quedémonos pues con este artículo: "No tengáis otro Dios" que el que llega a nosotros en la palabra y en los sacramentos.
Pues dime: ¿quién es su pueblo, y quién su iglesia? Son, como queda dicho, los que buscan al Señor su Dios de todo su corazón y de toda su alma, o sea, los que confían sola y únicamente en su divina misericordia y permanecen en lo que les enseña el Primer Mandamiento y desisten de la engañosa confianza en sus propias obras. Otros se podrán llamar iglesia e incluso ángeles. Todo esto no tiene valor alguno.
Extraído del libro Lo que el Primer Mandamiento exige, y lo que promete, de Martín Lutero
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