La fe débil llevará al cristiano al Cielo tan seguramente como la fuerte, porque es imposible que perezca el menor vestigio de verdadera virtud, siendo esta una simiente incorruptible.
Pero el cristiano inseguro no tendrá un viaje tan placentero como el fuerte. Aunque todos los pasajeros del barco llegarán a salvo a puerto, el que se marea en el mar no disfrutará tanto de la travesía como el sano. El enfermo se pierde las agradables sorpresas que deparan las gratas etapas del viaje. El fuerte lo juzga todo con gran expectación, y mientras anhela de corazón llegar a casa, su gozo acorta y endulza el camino.