Tenga cuidado aquel que persiste en el pecado. Si te atreves a persistir en el pecado, no sabes cuándo podrá descargar Dios su ira sobre ti. No te jactes, tú que has vivido hasta ahora en la maldad; ten cuidado de no seguir más en ella. Tú que has vivido en la adicción a alguna maldad concreta, que has persistido en entregarte a alguna concupiscencia en particular, ten cuidado de no seguir siendo culpable de esa maldad. No sabes cuándo será la próxima vez que seas culpable de esa maldad y que Dios la tolere por última vez antes de determinar que no te salvarás jamás.
Ni por mil mundos te atrevas a entregarte de nuevo a esa concupiscencia; si lo haces, cabe la posibilidad de que, de forma inadvertida, hagas lo que ya no se podrá deshacer jamás. Puede que, de forma inadvertida, sea la causa de la destrucción irreparable de tu alma. ¡Si te atreves a cometer ese pecado de nuevo, piensa en cuántos pecados más has cometido ya y las circunstancias agravantes que los rodean, qué advertencias has recibido ya, contra qué luz has obrado, y lo terriblemente que has agraviado a la infinita Majestad del Cielo!
Considera lo mucho que lo has agraviado con esa práctica concreta en la que has persistido. Y, si lo haces, verás la justicia de que él no la tolere más. ¿Sería acaso extraño que se agote la paciencia de Dios si vuelves a ser culpable de ella una sola vez más? Si vuelves a atreverte a cometerla de nuevo, y por causa de ello Dios determine que jamás obtendrás la salvación, ¿no sería tristísimo algo así? Tu situación sería tan temible como si entonces te hundieras directamente en el infierno.
(De «Some Men Shall Never Be Saved, PP. 108-109). Citado en «365 días con Jonathan Edwards«, lecturas seleccionadas y editadas por Dustin W. Benge, puedes adquirirlo en este enlace.
*Jonathan Edwards (1703 – 1758). Predicador norteamericano congregacionalista, usado por el Señor en el Gran Despertar ; nacido en East Windsor, Condado de Connecticut, puedes leer más de su biografía en este enlace.