Juan continúa con su descripción de las increíbles criaturas que adoran sin descanso a Dios alrededor del trono y añade, en el versículo 8: "No cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir". Sin cansarse nunca de su ministerio, estas cuatro criaturas le rinden a Dios el más puro y más perfecto tributo posible, a todas horas, exactamente igual que lo describió Isaías en su visión (cp. Is. 6:3):
"Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas." – Apocalipsis 4:9-11
Apocalipsis 5:8-12 nos ofrece una escena parecida, aunque con un número incontable de voces cantando a coro la dignidad de Dios y del Cordero. No es otra cosa que la canción del cielo. Y yo me muero de ganas de escucharla; me muero de ganas por cantarla con mi voz glorificada, por ser un miembro de ese enorme coro de redimidos al que se unirá todo el ejército de los cielos.
Cuando escuchemos ese sonido, y de manera instantánea, los problemas de la tierra dejarán de tener la más mínima importancia. Todos nuestros sufrimientos se habrán acabado y todas nuestras lágrimas habrán sido enjugadas; ya no habrá nada que no sea la más absoluta felicidad del cielo y el perfecto goce de Dios. Para siempre.
Extracto del libro «La Gloria del cielo» escrito por John MacArthur.