Jesucristo, verdadero Dios (lll) | Lección 13 | Cristología

Jesucristo, verdadero Dios - Cristología

1. Lugares que requieren alguna explicación.

Existe un determinado número de lugares en el Nuevo Testamento que, a primera vista, parecen indicar cierta inferioridad de Jesucristo con respecto al Padre, y que ya los arríanos solían citar en apoyo de su herejía subordinacionista, como hoy los citan los llamados Testigos de Jehová en apoyo de sus afirmaciones antitrinitarias. Dichos lugares son:

1.1. Lucas 18:19: "Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios". Se pretende interpretar estas frases como si Jesús negase implícitamente su divinidad. El verdadero sentido de dicho pasaje es que sólo en Dios se halla la bondad infinita, como en su manantial, y a Dios es preciso ir, mediante la Ley, para hallar la vida eterna. Con ello Jesús no niega su divinidad, sino que pone al joven en la alternativa de renunciar a entrar en la vida eterna («Aún te falta una cosa... versículo 22) o de seguirle a él; como si dijese: Si me tienes por bueno, y bueno de veras sólo es Dios, habrás de seguirme.

1.2. Juan 10:34ss. En estos versículos, como si Jesús quisiera quitar fuerza a la afirmación hecha en el vers. 30, parece que, en cierto modo, se equipara a sí mismo con los jueces de Israel, a quienes el salmo 82:6 llama "dioses" e "hijos del Altísimo". Esta primera impresión no es exacta, pues Jesús propone este argumento sólo como base para dar un paso más importante. Podríamos exponerlo así: La Escritura no puede ser quebrantada. Ahora bien, dicha Escritura llama «dioses» a meros hombres, por el hecho de que ellos administraban justicia, que es un atributo divino. Por tanto, no deberíais protestar de que yo me llame el Hijo de Dios: tanto menos cuanto mayor es la razón de que yo sea lo que digo, puesto que: o) la palabra de Dios vino a los jueces, mientras que yo soy la Palabra personal del Padre; b) los jueces eran nacidos en este mundo, mientras que yo fui enviado desde arriba al mundo; c) los jueces eran hijos de Dios en un sentido general, pero yo soy el Unigénito (Jn. 1:14, 18; 3:16); d) los jueces recibieron un cometido importante, pero yo fui santificado, es decir, consagrado, y enviado así al mundo -vers. 36- para ser el Salvador. Es sólo un argumento a fortiori.

1.3. Juan 14:28: "Si me amarais, os habríais regocijado, porque el Padre mayor es que yo." ¿En qué sentido es el Padre mayor que el Hijo? En el sentido de que el Hijo, al tomar sobre sí la «forma de siervo» (Flp. 2:7), se despojó de la majestad gloriosa que le correspondía como Unigénito del Padre (Jn. 1:14), la cual iba a recuperar después de su Ascensión (Jn. 17:5). Por eso dice a sus discípulos que, si le amaran de veras, se alegrarían de que marchase a recuperar junto al Padre dicha gloria.

1.4. Juan 17:3: "Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado". Con estas palabras parece como si Jesús atribuyese al Padre, en exclusiva, el título de «Dios verdadero». El único Dios verdadero, tal como era en sí, no como se lo imaginaban los judíos (comp. Deut. 6:4 con Jn. 4:24; 1 Tes. 1:9; 1 Jn. 5:20), era el que había enviado a su Hijo Jesucristo a salvar al mundo (Jn. 3:16ss.). Por eso, la vida eterna depende de creer en Dios y en el Mediador (comp. con Jn. 3:15ss.; 14:1; Hech. 4:12; 16:31; 1 Tim. 2:5, etc.). Nótese que Jesús no dice: «a ti, el único que eres Dios verdadero», sino «a ti, que eres el único Dios verdadero», puesto que también del Hijo (1 Jn. 5:20. etc.) y del Espíritu (Hech. 5:3, 4) se afirma que son «verdadero Dios».

1.5. Romanos 14:9: "Porque Cristo para esto murió y resucito, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven", estas palabras no significan que Jesús viniese a ser el Señor precisamente por su Resurrección, sino que fue manifestado como tal por el hecho de su exaltación. Este mismo es el sentido de Hechos 2:32-36.

1.6. 1 Corintios 3:23: «y Cristo es de Dios. En este texto, lo mismo que en 11:3: "Dios es la cabeza de Cristo", se pone el énfasis en el papel de Mediador que Jesucristo ejerce, como hombre, entre Dios y los hombres (comp. con 1 Tim. 2:5). No se olvide que, habiendo en Cristo una sola persona con dos naturalezas, pueden decirse de él cosas que convengan tanto a una como a otra de las dos naturalezas.

1.7. 1 Corintios 15:24ss. En estos versículos, después de hablar de la entrega que Jesús hará del Reino al Padre, se llega a decir (vers. 28) que «el mismo Hijo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas...». Aquí se declara, con la cita del salmo 8, que el Hijo no posee un Reino independiente, sino que así como el Padre es la primera fuente de la creación y de la salvación (V. Jn. 3:16; 1 Jn. 3:1), así también es la meta final en nuestra ascensión a la divinidad (Jn. 14:6: "...Nadie viene al Padre sino por mí." Luego hay que ir, en último término, al Padre). Dice E. Kevan: "La entrega que nuestro Señor hace del reino al Padre y su propia sumisión a Dios, no se refieren a las relaciones personales, sino a posiciones oficiales".

1.8. Efesios 1:3, 17: "El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo..." "El Dios de nuestro Señor Jesucristo...." Estas frases no tienden a disminuir la divinidad de Jesucristo, sino que nos presentan al Dios que se nos revela perfectamente en Cristo, el cual, como Hijo, es la perfecta imagen del Padre (comp. con Mt. 27:46; Jn. 1:18; 20:17; Rom. 15:6; Heb. 1:1-3; 1 Ped. 1:3: Apoc. 1:6).

1.9. Filipenses 2:9-11, como Hech. 2:32-36 y Rom. 14:9, significa que, al exaltar a Cristo "Hasta la sumo", Dios le manifestó como Señor, ya lo era, sin embargo, desde su concepción, como también era Jesús desde el principio V. Mateo 1:21.

1.10. Colosenses 1:19: "por cuanto agradó al Padre que en él Cristo habitase toda plenitud...". Si comparamos este versículo con 2:9: «Porque en él habita corporalmente (manifiesta, visible, tangiblemente) toda la plenitud de la divinidad», veremos que, lejos de disminuirse, se enfatiza la condición divina de Jesucristo. Lo que aquí se expresa es que, por el beneplácito del Padre, la humanidad de Cristo fue predestinada a ser, por la unión personal con el Hijo de Dios, la residencia singular, eterna, sustancial, de toda la deidad.

En otras palabras: Dios entero reside en Cristo, aunque la humanidad de Cristo no agota la inmensidad de Dios, quien, como dice un adagio teosófico, «tiene el centro en todas partes, y la circunferencia en ninguna». El vers. 20 muestra que la plenitud mencionada en el vers. 19 se refiere al oficio de Mediador Universal que corresponde a Jesucristo Hombre (comp. con Ef. 1:10, 22, 23).


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