La plenitud de los tiempos - Lección 2 - Cristología

La plenitud de los tiempos

1. El Cordero, predestinado desde la eternidad

Siendo eternos los designios de Dios, es obvio que tanto la Encarnación del Verbo como la Redención de la humanidad por medio de la muerte en Cruz de nuestro Señor Jesucristo estaban ya programadas desde la eternidad, juntamente con la creación de la raza humana y la permisión de la caída original. A esto apunta la frase «antes de la fundación del mundo, que se repite en textos como los siguientes: «según nos escogió en él (Cristo) ANTES DE LA FUNDACIÓN DEL MUNDO» (Ef. 1:4); «sabiendo que fuisteis rescatados... con la sangre preciosa de Cristo... va destinado DESDE ANTES DE LA FUNDACIÓN DEL MUNDO» (1 Ped. 1:18-20).

Apocalipsis 13:8 parece dar la impresión de que Cristo, no sólo fue predestinado desde la eternidad a ser inmolado, sino que, de alguna manera, ya fue inmolado desde antes de la fundación del mundo. Si se compara este versículo con Apoc. 17:8, se verá que se trata de una trasposición, frecuente en latín y en griego, pues la verdadera lectura debería ser la siguiente: «Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos, desde el principio del mundo, en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado».

2. ¿Por qué se hizo esperar tanto la Redención?

Génesis 3 no muestra, pero insinúa, que la tentación y la caída no se hicieron esperar: sin duda, el demonio tenía mucha prisa por hacer caer a nuestros primeros padres antes de que tuviesen descendencia, para poder así contaminar a toda la raza humana. Por el contrario, la Redención del género humano se hizo esperar durante muchos siglos. ¿Por qué fue así? Strong apunta dos razones: a) para mostrar la verdadera malicia del pecado y la profunda depravación que la caída original causó en nuestra raza; b) para poner bien en claro la incapacidad en que el ser humano quedó para preservar, o recuperar por sí mismo, un correcto conocimiento de Dios y un comportamiento moralmente honesto.

Ello no significa que Dios dejase a los hombres sin testimonio de su poder y de su deidad. En Jn. 1:9-10 vemos que el Verbo vino a iluminar a todo hombre, aunque el mundo no le conoció. Pablo dejó bien claro, ante los habitantes paganos de Listra, que el Dios vivo no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructiferos, llenando de sustento y de alegria nuestros corazones (Hech. 14:17). Y, escribiendo a los fieles de Roma, dice que no tienen excusa cuantos detienen con injusticia la verdad, porque lo que de Dios se conoce, les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó (Rom. 1:18-20).

Por otra parte, inmediatamente después de la caída, vino la primera promesa de un Redentor, de modo que, por fe en el que había de venir, se pudiese alcanzar buen testimonio delante de Dios y de los hombres (Heb, 11:39),

3. Las profecías mesiánicas.

Puesto que la Biblia es una Historia de la Salvación que había de ser plenamente realizada en Jesucristo y por medio de él, ya el Antiguo Testamento va anunciando poco a poco al Mesías, Salvador de su pueblo, y aun de los que estaban lejos. En Gen. 3:15 se profetiza que un descendiente de la mujer (comp. con Gal. 4:4: «nacido de mujer) herirá en la cabeza a la serpiente, es decir, destruirá el imperio del demonio, a costa de sufrir él mismo una herida en el talón, es decir, en la parte vulnerable de su Persona. En Gen. 12:3, Dios revela a su escogido Abram que "serán benditas en ti todas las familias de la tierra". Esta promesa fue hecha a Abraham a causa de su simiente o descendencia (vers. 7, comp, con Gal. 3:8, 16), de manera que, de algún modo, "pudo ver el día de Cristo" (Jn. 8:56).

En Gen. 49:10, Jacob profetiza que "no será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga SILOH: y a él se congregarán los pueblos" (comp. con Jn. 12:32). En Núm. 24:17, Balaam se ve forzado a profetizar que, en un futuro no cercano, "saldrá ESTRELLA de Jacob, y se levantará cetro de Israel". Como advierte en nota a este versículo la Biblia de Jerusalén, en el oriente antiguo, la estrella es el signo de un dios; de ahí pasó a ser signo de un rey divinizado. Si comparamos este texto con Apoc. 22:16: "Yo Jesús... soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana", entenderemos mejor por qué los magos de oriente fueron atraídos por la estrella de Jesús y vinieron a ofrecerle presentes que correspondían a un Dios y a un rey (Mt. 2:1, 11).

Si de la Ley pasamos a los Escritos y a los Profetas, vemos que los Salmos 2, 22, 45 y 110 tienen un sentido claramente mesiúnico, como puede verse por las referencias que a ellos hace el Nuevo Testamento. El Salmo 2 anuncia el reinado del Mesías; el 22, sus padecimientos y su liberación; el 45, su fiesta nupcial; y el 110, su eterno sacerdocio. que es un sacerdocio regio (comp. con 1 Ped. 2:9). Isaías 7:14 profetiza su nacimiento y su nombre «Immanuel «Dios con nosotros»; 9:6, sus títulos mesiánicos; 11:1-5, la plenitud de los dones del Espíritu Santo sobre él, para que gobierne con toda justicia; todo el 53 anuncia la obra sustitutoria del Calvario; 61:1-3, la proclamación de su Buena Nueva liberadora. Jeremías 23:5-6; 33:14-17 nos hablan del Rey-Mesías, descendiente y sucesor de David, bajo cuyo reinado se hará plena justicia, será salvo Judá, e Israel habitará confiado».

Daniel 7:13 profetiza acerca del «Hijo del Hombre, y, en 9:24-27, profiere la famosa profecía de las 70 semanas, dentro de las cuales «se quitará la vida al Mesías. mas no por sí» (vers, 26). En Hag. 2:7 se anuncia que el nuevo templo se llenará de gloria cuando venga «el Deseado de todas las naciones», A Zacarías le es revelado que el verdadero rey de Jerusalén vendrá a ella, «justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno», conforme refieren Mt. 21:5; Jn. 12:15.

Y Malaquías, el que cierra la cuenta de los profetas del Antiguo Testamento, predice la aparición del Precursor y del propio Mesías: "He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscais, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros" (Mal. 3:1).

Cuando se comparan todas estas profecías del Antiguo Testamento acerca del Mesías, con el cumplimiento que de tales profecías nos ofrece el Nuevo Testamento, vemos el acierto de Agustín de Hipona al decir: "El Antiguo Testamento está patente en el Nuevo; y el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo". El mismo Jesucristo apela a las Escrituras del Antiguo Testamento como prueba fehaciente de lo que en él se había cumplido (V. Le. 24:25-27, 44-46; Jn. 5:39ss.).

Y los judíos de Berea son alabados como «más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra (predicada por Pablo y Silas) con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así» (Hech. 17:11, comp. con 2 Ped. 1:18, 19). Nuestra fe cristiana nos obliga, pues, a defender la unidad de la Biblia y, en concreto, el valor del Antiguo Testamento, contra Marción y Harnack y algunos cristianos mal informados. Berkouwer ve en el antisemitismo la causa principal de este desprecio del Antiguo Testamento. A ello coadyuva un estudio superficial de la Biblia.

Aunque no estemos enteramente de acuerdo con Lutero cuando decía que Jesucristo estaba contenido en cada detalle del Antiguo Testamento, lo mismo que del Nuevo, sí podemos afirmar que Jesucristo es el hilo conductor de toda la Biblia, algo así como la clave que nos permite descifrar un enigma o recomponer un rompecabezas.

4. Los tipos mesiánicos.

Comparables a las profecías son los tipos mesiánicos. Se da el nombre de tipo, en la Sagrada Escritura, a todo personaje, acontecimiento o institución del Antiguo Testamento que prefiguraba alguna otra realidad del Nuevo. Entre otros tipos, o figuras simbólicas, de Jesucristo, encontramos en el Antiguo Testamento los siguientes:

4.1. Adán, primera cabeza física y representativa de la humanidad, figura de Jesucristo, «Postrer Adán» (1 Cor. 15:45). En Rom, 5:12ss, vemos el contraste entre los males. producidos en la raza humana por el pecado de Adán, y los bienes producidos por la justicia y la obediencia de Cristo.

4.2. Melquisedec, que significa «rey de justicia» en Salem, ciudad de paz», que aparece "sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre" (Heb. 7:3, comp. con vers. 24, a la luz de Sal. 110:4; Heb. 7:17).

4.3. José, vendido por sus hermanos, y salvador, después, de toda su familia, a la que mantuvo con el trigo, almacenado por su previsión, Jesucristo murió por nuestros pecados, y era «el pan vivo que descendió del cielo» (Jn. 6:51).

4.4. Moisés, conductor del pueblo de Israel a través del desierto, después de salir de Egipto llevando «el vituperio de Cristo (Heb. 11:26), es figura del Señor, que nos libera del cautiverio del pecado, nos pasa a través del Mar Rojo de su sangre y nos conduce por el desierto de esta vida hacia la verdadera «Tierra Prometida». Por eso leemos en Heb. 13:13-14: (Salgamos, pues, a él, juera del campamento, llevando su vituperio (comp. con 12:2); porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir.

4.5. Josué, equivalente a Jehosuah Jesús, a quien Moisés cambió el nombre, pues se llamaba Oseas («Dios salvó»), para que significase «Dios salvará» (V. Núm. 13: 16. a la vista de Ex. 17:9ss.). Él introdujo al pueblo de Israel en la Tierra Prometida. Jesús es nuestro verdadero Salvador, que nos da acceso a la presencia del Padre (Ef. 2:5-6, a la vista de Heb. 4:14-16; 10:19-22).

4.6. David, rey de Israel «según el corazón de Dios», primer rey de la tribu de Judá, del que Jesús había de ser «renuevo» y anticipo (V. Jer. 23:5; 33:15, a la luz de Apoc. 7:17; Ez. 34:23; Os. 3:5; Le. 1:32; Арос, 5:5; 22:16).

4.7. Jonás, según la analogía propuesta por el propio Jesucristo (Mt. 12:40-41, a la luz de Jon. 1:17; 3:5).

4.8. El sacrificio de Isaac es figura del sacrificio de Jesucristo, en la forma que se nos expone en Heb. 11:17-19, a la luz de Gen. 22:1-13, donde el carnero sustituyó a Isaac. Jesús fue llevado por el Padre (V. Hch. 2:23) al Monte Calvario, figurado por el Monte Moriah (la raiz hebrea indica «amargura») y donde Jesús fue atado, clavado, al «leño», para que sobre él descargase el cuchillo de la ira de Dios.

4.9. La serpiente levantada en el desierto (Núm. 21:6-9), figura de Jesús en la Cruz, levantado en ella para salvación de cuantos vuelvan con fe sus ojos hacia él (V. Jn. 3: 14-16).

4.10. En fin, todos los sacrificios del Antiguo Testamento, empezando por los de los animales con cuyas pieles vistió Dios a nuestros primeros padres (Gen. 3:21). eran figura del sacrificio de Cristo, como explica el capítulo 9 de Hebreos.

5. "El ángel de Jehová".

Otra señalada figura profética de Jesucristo, como el gran «Enviado del Padre», según aparece en los Evangelios y en Heb, 1:1, es la designada en el Antiguo Testamento como «el ángel de Jehová». Este título aparece con frecuencia, como puede comprobarse consultando una buena Concordancia. No es seguro que siempre haya de referirse al futuro Mesías. La primera referencia se halla en Gen. 16:7ss.; precisamente el verso 11 emplea una fraseología muy semejante a la del ángel Gabriel en Le. 1:31. Parecidas referencias se hallan en Gen. 18:2ss. (Nótese el vers. 13); 19:1ss., etc.

Pero hay tres referencias que manifiestan, mediante dicha expresión, una persona divina, distinta del Padre, y que no puede ser otra que el Hijo, nuestro Mediador.

a) La primera la encontramos en Gen. 32:24-30, en que Jacob lucha con un ángel que bendice (vers. 26), que es Dios (vers. 28, 30), y cuyo nombre es inefable (vers. 29).

b) La segunda es Éx. 3:2ss., en que «el Ángel de Jehová'» (vers, 2) manifiesta al Dios inefable (vers. 4-15). eoló

c) La tercera y más notable se halla en Zac. 3, capítulo lleno de simbolismo (V. vers. 8). El ángel de Jehová se comporta allí de acuerdo con lo que 1 Jn. 2:1 y 2 nos dice de Jesucristo. Lo más curioso es que el vers. 2 comienza diciendo: «Y dijo Jehová o Satanás: Jehová te reprenda...».

Esta especie de desdoblamiento de Jehová nos indica dos personas distintas que tienen una misma naturaleza (comp. con Jn. 10:30). El tema de la justificación por la fe está bien dramatizado en todo el capítulo, especialmente en los versículos 2 al 5. (V. también Jue. 13, especialmente vers. 18, 20).

Otra referencia que se presta a una profunda meditación sobre lo que el Verbo de Dios hecho hombre es como Revelador del Padre y Sustituto nuestro, es las espaldas de Dios, a través de tres textos clave sacados del Antiguo Testamento. El primero se encuentra en Ex. 33:23, donde las espaldas simbolizan la parte visible de Dios (comp. Con Jn. 14:9), del Jehová «que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver» (1 Tim. 6:16). El segundo es Is. 38:17, en que Ezequías escribe acerca de la salvación que Jehová le ha proporcionado: "porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados", Bella expresión para dar a entender la magnitud del perdón otorgado por un Dios inmenso e inmensamente misericordioso, que renuncia a tener delante de su rostro los pecados del creyente arrepentido. Isaías 53:6 viene a decirnos que sobre esas espaldas «Jehová cargó el pecado de todos nosotros».

6. El clímax de la Historia.

Desde el llamamiento de Abraham (Gen. 12:1), Dios se escogió un pueblo, al que reveló sus oráculos, y del que había de nacer el Salvador (Jn. 4:22; Rom. 3:2; 9:4-5). A pesar de las continuas rebeldías de este pueblo (V. Hech. 7:51), Dios lo liberó de sus enemigos, lo cuidó con esmero y se desposó con él (V. Is. 5:1-7; 54:5; Ez. 15:1-8; 16:lss.; Oseas). Israel persistió en su rebeldía y se prostituyó yendo tras dioses ajenos. El destierro de Babilonia tuvo dos efectos principales: el fortalecimiento del monoteísmo, hasta el extremo de parecerles blasfemia la igualdad con el Padre que Cristo proclamará de sí mismo (V, Mt. 26:65; Jn. 5:18; 10:33); y la transformación de los judíos agrícolas en un pueblo de comerciantes.

Con todo, el pueblo judío en masa, excepto un pequeño «remanente», se había formado un falso concepto del futuro Mesías. En vez de considerarlo, ante todo, como el liberador del pecado, pensaba en él como liberador del yugo extranjero (V. Jn. 6:14- 15). Al obrar como Is. 61:lss. Lo había profetizado, Jesús se concitó la oposición cerrada de los dirigentes de Jerusalén, hasta llegar a ser condenado a muerte en el tribunal religioso y en el político, y ser tenido por loco en el cultural y mundano. Pero una cosa era cierta: Con la Encarnación del Verbo había llegado «la plenitud de los tiempos» (V. Me. 1:15: Gal. 4:4), y la Primera Venida de Cristo marcaría el clímax de las edades, dividiendo en dos partes la Historia (antes y después de Cristo) y la Geografía (a la derecha o a la izquierda de Cristo). Como él mismo dijo: "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. Y decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir" (Jn. 12:32). La Cruz se convierte en el eje sobre el que el Universo gira.


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