La unión de las dos naturalezas en Jesucristo | Lección 14 | Cristología

La unión de las dos naturalezas en Jesucristo | Lección 14 | Cristología

1. En Cristo hay una sola persona en dos naturalezas.

El Concilio de Calcedonia definió en términos precisos la fe cristiana sobre este punto. En efecto, el Nuevo Testamento nos presenta claramente la unicidad de persona en Jesucristo, así como la clara distinción de sus dos naturalezas, divina y humana. Cuando decimos que Jesús es Dios y hombre (o Dios-hombre, para ser más exactos), no queremos decir que el Verbo de Dios se uniera a una persona humana, sino que posee una naturaleza humana íntegra y perfecta, la cual existió y subsistió, desde el primer momento de su concepción, en la persona única del Hijo de Dios. Es decir, Jesús no es un hombre que llegó a ser Dios, sino un Dios que llegó a ser hombre (Jn. 1:14) sin dejar nunca de ser Dios.

2. Se trata de una unión HIPOSTÁTICA.

Por unión «hipostática» entendemos una unión que no sólo es personal, sino que se realiza precisamente en el núcleo mismo de la persona. Tengamos en cuenta que la "personalidad" no es un elemento más de la naturaleza, sino el sujeto de atribución y responsabilidad del ser personal, así como el término que la cierra dentro de su propia subsistencia personal.

Ahora bien, la unión de dos naturalezas (entendiendo por naturaleza el conjunto de elementos y propiedades esenciales que hacen de un ser lo que es según su especie) puede ser:

2.1 Accidental o sustancial. La primera se efectúa mediante vínculos de afecto, intereses, gustos, consanguinidad, adhesión intelectual, social, política, etc., por ingestión, por inhabitación o, si se trata de cosas materiales, por yuxtaposición, como un montón de piedras; la sustancial u óntica es aquella de la que surge un solo ser individual.

2.2 La unión sustancial se divide en esencial e hipostática. La primera tiene lugar cuando de la unión surge una sola naturaleza integral: un compuesto (personal, si se trata de seres humanos). La unión se llama hipostática cuando las naturalezas se unen precisamente en la persona, la cual ya preexistía. Esta última es la que tiene lugar en Jesucristo. Por donde vemos que toda unión hipostática es personal, pero no toda unión personal es hipostática.

3. Pruebas de la unicidad de persona en Cristo.

3.1 Siempre que Jesucristo habla de sí mismo se expresa como un solo «yo», que se dirige al Padre como a un «tú», y a otros hombres, como desde una única persona. Todo lo que Jesús dijo e hizo, lo dijo e hizo una sola persona mediante una u otra de las dos naturalezas, o mediante ambas naturalezas a la vez: a) acciones como el crear o el conservar el Universo procedían de la persona de Jesús a través únicamente de su naturaleza divina; b) acciones como el comer, andar, dormir, etc., procedían de su persona a través únicamente de su naturaleza humana; c) finalmente, acciones como el hacer milagros procedían de su persona a través juntamente de sus dos naturalezas, la divina como causa principal, y la humana como causa instrumental. Esta tercera clase de acciones son las que con toda propiedad pueden llamarse teándricas, como producidas conjuntamente por el Dios (Theós) hombre (anér).

El hecho de que 1 Jn. 4:2 nos diga que «Jesucristo ha venido en carne», lo mismo que la frase de Pablo en 1 Ti. 3:16: Dios fue manifestado en carne, no se ha de interpretar como una unión accidental (inhabitación), sino a la luz de Jn. 1:14, en que vemos cómo el Verbo de Dios llegó verdaderamente a hacerse hombre, manifestando en su humanidad la gloria de su divinidad. Es cierto que en Jn. 3:11 Jesús habla en plural, pero lo hace en contraposición al plural de Nicodemo (vers. 2) y se refiere probablemente al testimonio conjunto suyo y del Bautista (1:7, 8, 34).

3.2 De una sola y misma persona de Jesús se afirman atributos, poderes, dignidades, acciones, etc., que convienen a una de las dos naturalezas, e incluso se atribuyen a Cristo los atributos de una naturaleza cuando su persona es designada con atributos de la otra naturaleza (V. Lc. 1:43: Jn. 1:14; 3:13; 6:62; Hech. 20:28; Rom. 1:3, 4; 8:3, 32; 9:5; 1 Cor. 2:8; Gá. 4:4, 5; Ef. 1:22, 23; 4:10: Flp. 2: 6-11; Col. 1:13, 14; 1 Tim. 2:5; 3:16; Heb. 1:2, 3: 2:14 y contexto anterior; 1 Ped. 3:18; 1 Jn. 4:2, 3). Todos estos textos carecerían de sentido si la unión fuese moral, pero no orgánica, es decir, óntica y propiamente personal.

3.3 El valor de la propiciación de Cristo en la Cruz exigía la unidad de persona junto con la dualidad de naturalezas. Sólo alguien que fuese hombre como nosotros podía ser nuestro representante y nuestro sustituto, y sólo si ese alguien era, al mismo tiempo, Dios, podía tener un valor infinito el precio de su sangre (V. Jn. 12:27; Hech. 3:18; Ef. 2:16-18; Heb. 2:11-18; 4:15ss.: 7:26, 28; 9:22; 1 Ped. 1:19; 1 Jn. 2:2).

4. Consecuencias de la unión hipostática.

4.1 Como ya apuntamos en otra lección, la naturaleza humana de Cristo no es in-personal, sino en-personal, puesto que aunque carece de personalidad propia (surgida de la naturaleza humana misma), subsiste en la persona del Verbo, ya que el Hijo de Dios extiende a su humanidad su razón de sujeto responsable y de término de atribución. Por eso escribe Tomás de Aquino que la persona de Cristo es "compuesta" (virtualmente, se entiende).

4.2 De acuerdo con lo dicho, todo lo que tiene razón de energía agente o de elemento constituyente, incluida la conciencia y la voluntad, es doble en Cristo, conforme a la dualidad de naturalezas, aunque la persona del Verbo asuma la última responsabilidad de las decisiones.

4.3 Puesto que María dio a luz, no simplemente a la naturaleza humana de Cristo, sino al Hijo de Dios según la carne (ya que la persona es el término directo de la acción maternal), puede llamársela «Madre de Dios»; entiéndase bien: no de la naturaleza divina, sino de la persona del Hijo de Dios (que es tan Dios como el Padre) en cuanto a su naturaleza humana.

5. ¿Cómo puede ser Jesús hombre perfecto sin personalidad humana?

Ya hemos dicho que la humanidad de Cristo no es in-personal, sino en-personal. Por otra parte, la personalidad no es un elemento constitutivo de la naturaleza, sino el término de atribución y el sujeto responsable da la misma. Por tanto, no pertenece a la integridad de la naturaleza, sino a la integridad del individuo humano; en este sentido, la naturaleza humana de Jesús recibe su integridad individual de la persona del Verbo en la cual subsiste.

Recordemos una vez más que el Verbo no tomó una persona humana, sino una naturaleza humana. Las dos naturalezas tienen su propia realidad y existencia en cuanto tales, pero las dos existen y subsisten en la persona del Hijo, el cual existe: como Dios, en la naturaleza divina; como hombre, en la humana, cubriendo así las dos naturalezas con una sola personalidad divino-humana. Todo lo que pertenece a las dos naturalezas es doble, pero hay un solo «yo» que unas veces actúa y se expresa como Dios; otras, como nombre, otras, como Dios-hombre.


ÚNETE A NUESTROS CANALES DE DIFUSIÓN EN Instagram o WhatsApp. Te ofrecemos artículos relevantes sobre noticias cristianas, devocionales, Teología y Estudios Bíblicos.

Publicar un comentario

Gracias por comunicarte con nosotros.

Artículo Anterior Artículo Siguiente