Los nombres de Cristo | Lección 8 | Cristología

Los nombres de Cristo | Lección 8 | Cristología

En esta lección, y antes de abordar los temas de la verdadera divinidad y de la verdadera humanidad de Jesucristo, vamos a dedicar una lección a los nombres que la Biblia nos ofrece de él.

1. Jesús.

Cuando el ángel se apareció a José (V. Mt. 1:21), y antes a María (Lc. 1:31). anunció que el niño que les iba a nacer tenía que ser llamado JESÚS, «porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt. 1:21, comp. con Sal. 130:8). Es de notar que el ángel no dijo «le pondrás por nombre, sino llamarás su nombre, dando a entender que el nombre le había sido ya asignado en el Cielo.

El Nuevo Testamento nos presenta helenizado «Jesús» el nombre hebreo Yeshuah-Yoshuah (Josué) y Yehoshuah. El rabino Hertz opina que dicho nombre proviene del verbo hoshiah (forma hiphil de yashah ayudar, liberar, salvar). En Núm. 13:16 se nos dice que Moisés había cambiado (V. Éx. 17:9ss.) el nombre de Hosheah (Oseas) = él ayudó, en Yehoshuah (Josué) = él ayudará, con lo que al nombre anterior se le añadía como prefijo la letra Y, con la que comienza el más típico nombre de Dios (Yahveh), y se daba a entender que el mismo Dios que hasta entonces había ayudado a su pueblo, le había de salvar también en el futuro.

Con el uso del mismo tiempo del verbo hebreo en el nombre Jesús se nos da, pues, a entender el carácter perpetuo de Salvador, propio de Cristo (V. Hech. 4:12), junto con el énfasis en la iniciativa divina de la salvación (Él, Dios, salvará), descrita en Rom. 5:6, 8, 10: 1 Jn. 4:10, 19. Los «Yo soy», sin predicado, de Jesús en S. Juan, especialmente en 8:24, 58; 18:6, tienen una resonancia inequívoca de Ex. 3:14-15: EL YO SOY. Filipenses 2:9-10 nos declara la dignidad infinita, divina, de este nombre (Jesús), pues sólo ante Dios se puede doblar la rodilla (comp. con Hech. 10:25-26; Арос. 22:8, 9). el

2. Cristo.

El Nuevo Testamento llama al Señor Christós, que significa «ungido» (V. Is. 61:1; Hech. 2:36, como manifestación notoria de un hecho perpetuo). Su equivalente en hebreo es Mashiaj (Mesías), del verbo mashaj = ungir.

Dice Hertz: que el aceite, excelente preventivo contra el ardiente sol de Palestina, era considerado entre los judíos como símbolo de alivio, consuelo, felicidad, etc., "y se hizo sinónimo de la comunicación de las bendiciones divinas".

No es extraño, por consiguiente, que el aceite aparezca en el Nuevo Testamento como símbolo del Espíritu Santo, o de la unción de consuelo y poder, con que el Señor (el Santo) capacita a los suyos para interpretar la Escritura y ejercer el ministerio específico (V. Is. 61:lss.; Zac. 4:1-6; 2 Tim. 1:7; 1 Jn. 2:20, 27). De ahí también la conexión del aceite con el Paráclito, en calidad de alguien que viene al lado de una persona, llamado para ayudarle y consolarle (como le llama Jesús al Espíritu Santo en Jn. 14:16, 26; 15:26; 16:7); 15:26; 16:7).

En el pueblo de Israel se ungía a sacerdotes, profetas y reyes (V. Éx. 29:7; Lev. 4:3; Jue. 9:8; 1 Sam. 9:16; 10:1; 24:10; 2 Sam. 19:10; 1 Rey. 19:16). La unción significaba: a) nombramiento para un oficio sagrado; b) establecimiento de una relación sagrada con Dios, con el respeto que esto comportaba hacia la persona ungida (V. 2 Sam. 1:14; 1 Cron. 16:22; Sal. 105:15); c) comunicación del Espíritu Santo.

Cristo fue ungido por el Espíritu Santo en el mismo momento de su concepción, como leemos en Lc. 1:35: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti -dice el ángel a María-, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios» (comp. con Mc. 1:24: «Sé quién eres, el Santo de Dios»); y como «Mesías-Cristo» fue manifestado en su Bautismo (V. Mt. 3:16 y paral.), para ejercitar su triple oficio de rey, sacerdote y profeta.

3. Hijo del Hombre o Hijo de hombre.

«El Hijo del Hombre» es una expresión que Jesucristo se aplica a sí mismo con mucha frecuencia. Como hace notar J. Jeremías, no se trata en ella de un término de humillación, sino de un término de gloria. Así lo entendió la apocalíptica judía, y en ese contexto aparece en Dan. 7:13ss. No ha de confundirse la aparición del Hijo del Hombre, envuelto en las nubes y rodeado de ángeles, con la Parusía o Segunda Venida del Señor. El hecho de que en Dan. 7:13 el Hijo del Hombre se acerque al «Anciano de días de abajo arriba, nos da la pista para entender que se trata más bien de la glorificación de Jesús, como se nos presenta en Hech. 1:9, desapareciendo tras la nube. La Parusía, en cambio, aparece como una venida de Cristo de arriba abajo (V. 1 Tes. 1:10; 2:19: 3:13; 4:16: 5:23). El hecho de que Jesús se refiera a sí mismo como «el Hijo del Hombre», en tercera persona, se debe, según J. Jeremías, a la diferencia que Cristo quiere hacer resaltar entre el estado de debilidad en que entonces se encontraba y el estado de gloria en que había de encontrarse cuando marchase hacia el Padre envuelto en las nubes.

Según G. Vos, Jesús «probablemente prefirió este nombre, porque quedaba lo más alejado posible de toda prostitución, por parte de los judíos, del oficio mesiánico». El mismo Vos distingue, a este respecto, cuatro clases de pasajes en los Evangelios:

3.1 Escatológicos: «Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras» (Mt. 16:27. Véase también el vers. 28, así como Mc. 8:38). «Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria» (Mc. 12:26, comp. con Mt. 24:30; 25:31: Lc. 21:27).

3.2 Referentes a la obra redentora de Cristo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; más al tercer día resucitará (Mt. 17:22. También 12:40 y paralelo.; 17:12; 20:18, 19, 28; Jn. 3:14, entre otros),

3.3 Connotando él lado sobrehumano, preexistente, divino: «Nadie subió al Cielo, sino el que descendió del Cielo; el Hijo del Hombre» (Jn. 3:13). «Pues, ¿qué diréis si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?» (Jn. 6:62). Vos cita aquí también Jn. 1:51; 3:14; 6:27, 53; 8:28, los cuales o no hacen referencia al lado divino, o se encuentran en cercanía con versículos que hacen referencia al lado divino, pero no se ve dicha referencia en la expresión misma «Hijo del Hombre».

3.4 En conexión con el lado simplemente humano: "Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón y bebedor de vino..." (Mt. 11:19). «Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Jn. 6:53). A nuestro juicio, Jn. 1:51: 5:27 se refieren más bien al lado escatológico. Marcos 2:28 nos resulta dudoso, pues lo mismo podría referirse al lado humano, como incluido en la afirmación del versículo anterior, que al lado divino, por su soberanía infinita.

4. Hijo de Dios.

Este título aparece en la Biblia atribuido a muchas personas y de muchas maneras:

4.1 Al pueblo de Israel, escogido por Dios: «Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogenito» (Ex. 4:22). "Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo" (Os. 11:1). El hecho de que este último texto aparezca citado en Mt. 2:15 con referencia a Jesucristo, nos aclara el sentido de los textos en que Dios, aparece como Marido de Israel y Jesucristo aparece como Cabeza de la Iglesia, hasta llegar a identificarse con ella. Cuando Saulo de Tarso, derribado en el camino de Damasco, oyó a Cristo decir: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (Hech. 9:5), comprendió por primera vez la grandiosa verdad de que los creyentes somos un solo cuerpo en Cristo.

4.2 A los varones puestos por Dios para juzgar a su pueblo: los reyes y los jueces (V. 2 Sam. 7:14; Sal. 82:6: «Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo», comp. con Jn. 10:34). La razón es que el juzgar es un atributo divino, el cual es delegado en alguna medida a los que tienen este cometido, ya en la sociedad, ya en la iglesia y, en algún sentido, a toda la congregación y a cada uno de los creyentes, especialmente en el plano escatológico (V. Deut. 1:16; Núm. 35:24; 1 Cor. 5:3; Mt. 7-1 comp. con Lc. 6:37; Stg. 4:11-12; Mt. 19:28; Lc. 22:30; 1 Cor. 2:15; 6:2-3; 14:29)

4.3 A los ángeles. Así leemos en Job 1:6: "Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás". También 2:1.

4.4 A varones piadosos: «Hijos sois de Jehová vuestro Dios» (Deut. 14:1, aunque quizás encaje mejor en 4.1), así como Sal. 73:15). Más claro es Mt. 5:9: «porque ellos serán llamados hijos de Dios», así como en el vers. 45. No cabe duda de que éste es el sentido de Gen. 6:2: «viendo los hijos de Dios...», aunque aquí el sentido no es personal, sino como descendientes de Set, a partir de cuyo hijo, Enós, los hombres comenzaron a invocar a Dios como su Yahveh o Señor, cosa que los descendientes de Caín parecían haber olvidado.59 Hertz cita Éx. 4:22; Deut. 14:1; 32:5; Is. 1:2; Os. 2:1, como ejemplos de varones piadosos que son llamados hijos de Dios. Respecto a la opinión, todavía hoy compartida por algunos evangélicos, de que Gen. 6:2 se refiere a los ángeles caídos, dice Hertz que se trata de una leyenda totalmente ajena al pensamiento hebreo, y añade: "La explanación mitológica de este pasaje ha sido siempre rechazada por un grandísimo número de comentaristas, tanto judíos como no judíos, aunque haya sido resucitada por muchos modernos."

4.5 Finalmente, y de una manera muy especial, se atribuye a Jesucristo, aunque en diversos sentidos:

Mesianico (V. Mt. 24:36; Me. 13:32; son dudosos Mt. 3:17; 17:5 y paralelos de ambos).

Trinitario (V. Mt. 11:27; 16:16; Me. 1:1; 9:7; Jn. 1:35; 20:31; Rom. 1:3-4; 8:3, 32; Gal. 2:20; 4:4; Col. 1:15; Heb. 1:2ss.; 4:14; 5:8; 7:28; 1 Jn. 3:8; 4:14-15; 5:5, 9 13, 20; 2 Jn. vers. 9); Nacido sobrenaturalmente por obra de Dios: Lc. 1:35: «El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que va a nacer será santo, se llamará Hijo de Dios».

Ético-religioso, según el probable sentido de Mt. 17:24-27.

5. El Señor.

Jesucristo es en el Nuevo Testamento el Señor o "Kyrios" por excelencia. La versión del Antiguo Testamento llamada de los Setenta usa el término «Kyrios» como equivalente de Yahveh (Jehová) o como sinónimo de Adonai, que es el único nombre con que los judíos se dirigen a Dios, puesto que no se atreven a pronunciar el nombre de Yahveh o Jehová.

Aplicado a Jesucristo, este nombre («Kyrios» Señor) indica: 1) simplemente respeto, como en Mt. 8:2; 20:33; Jn. 4:11; 2) señorío y autoridad, como en Mt. 21:3; 24:42; 3) título divino, como en Mc. 12:36-37; Lc. 1:43 (comp. con 1:9, 16, 17, 25); 2:9 (comp. con vers. 11); 3:4; 5:8; Jn. 20:28; Hech. 2:36; 7:59-60: 16:31; 1 Cor. 4:4; 12:3, 5: Flp. 2:11; Col. 3:6; Stg. 4:15.

6. Otros nombres.

Muchos otros nombres son aplicados en la Biblia al Señor Jesucristo. Entre ellos destaca el de Cordero (de Dios), como víctima para el único verdadero sacrificio de expiación por los pecados (V. Is. 53:7; Jn. 1:29; Apoc. 5:6, 8, etc.). También se le llama «Postrer Adán» (1 Cor. 15:45), por haber sido constituido Cabeza de la humanidad redimida, como Adán lo fue de la humanidad caída: Autor de la vida (Hech. 3:15, comp. con Jn. 10:10), en el sentido de «productor y distribuidor de la vida divina en nosotros»; Obispo, Pastor, Príncipe de los pastores (1 Ped. 2:25; 5:4); Servidor (Rom. 15:8, comp. con Mt. 20:28; Me. 10:45; Lc. 22:27; Jn. 13:1-16): Siervo, en el sentido de esclavo (Flp. 2:7); etc.


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