Lección 3 | El origen del alma en el individuo | Antropología bíblica

Lección 3 | El origen del alma en el individuo | Antropología bíblica

Conceptos históricos acerca del origen del alma.

La filosofia griega dedicó mucha atención al problema del alma y logró hacer sentir su influencia en la teología cristiana. La naturaleza, el origen y la continuada existencia del alma fueron temas de discusión. Platón creyó en la preexistencia y transmigración del alma.

En la Iglesia primitiva la doctrina de la preexistencia del alma se limitó prácticamente a la escuela alejandrina. Orígenes fue el principal representante de este concepto y lo combinó con la noción de una caída pre-temporal. Otros dos conceptos hicieron su aparición al mismo tiempo y demostraron ser mucho más populares en los círculos cristianos.

La teoría del creacionismo sostiene que Dios crea un alma nueva cuando nace cada individuo. Fue la teoría dominante en la Iglesia Oriental, y también encontró algunos abogados en Occidente. Jerónimo e Hilario de Pictavium fueron sus más prominentes representantes.

En la Iglesia de Occidente la teoría del traducianismo gradualmente fue ganando influencia. De acuerdo con este concepto el alma, tanto como el cuerpo del hombre, se origina por medio de la propagación. Esta y la teoría realística se unen para afirmar que la naturaleza humana fue creada totalmente por Dios y que constantemente aumenta en el número de sus individuos conforme la raza humana se multiplica.

Tertuliano fue el primero en afirmar esta teoría del traducianismo y bajo su influencia siguió ganando aceptación en la Iglesia Norafricana y en la de Occidente. Parecía que se acomodaba mejor con la doctrina de la trasmisión del pecado, doctrina ésta que estaba en boga en aquellas regiones. León el Grande la denominó la enseñanza de la fe católica.

En Oriente no encontró aceptación favorable. Agustín vaciló en decidir entre estas dos teorías. Algunos de los primitivos escolásticos estuvieron un tanto indecisos; aunque consideraron que la más probable de las dos era el creacionismo; pero con el correr del tiempo adquirió consenso entre los estudiosos la opinión de que las almas individuales fueron creadas. Pedro Lombardo dice: "La Iglesia enseña que las almas son creadas al momento de su infusión en el cuerpo". Tomás de Aquino fue todavía más lejos al decir: "Es una herejía afirmar que el alma intelectual se transmite por vía de la generación". Esto sigue siendo la teoría dominante en la Iglesia católica- romana.

A partir de la Reforma hubo diferencia de opinión entre los protestantes. Lutero se expresó en favor del traducianismo y esto se hizo la opinión que dominó en la Iglesia Luterana. Por otra parte, Calvino se decidió en favor del creacionismo. Dice en su comentario sobre Gén. 3:16: "Ni tampoco es necesario recurrir a esa invención antigua de ciertos escritores, de que las almas se derivan por descendencia desde nuestros primeros padres". Desde los días de la Reforma esto ha sido la teoría común en los círculos reformados.

Preexistencianismo.

Algunos teólogos especulativos entre los cuales los más distinguidos son Orígenes, Scoto Erígena y Julio Mueller abogaron por la teoría de que las almas de los hombres existieron en un estado anterior y que algunos acontecimientos en aquel primer estado explican la condición en que actualmente se encuentran estas almas. Orígenes considera que la existencia material presente del hombre, con todas sus desigualdades e irregularidades físicas y morales, es un castigo por los pecados cometidos en una existencia anterior. Scoto Erígena también sostiene que el pecado hizo su entrada en el mundo de la humanidad en el estado pre-temporal, y que por tanto el hombre comenzó su carrera sobre la tierra siendo ya pecador. Y Julio Mueller adopta esta teoría para reconciliar la doctrina de la universalidad del pecado con la de la culpabilidad individual. Según él cada persona debió haber pecado voluntariamente en aquella existencia anterior.

Esta teoría está expuesta a varias objeciones. (a) Está absolutamente desprovista de base escritural o filosófica, y está, cuando menos, en algunas de sus formas, fundada sobre el dualismo de la materia y del espíritu como se enseñaba en la filosofía pagana convirtiendo en castigo para el alma su unión. con el cuerpo. (b) Hace que el cuerpo verdaderamente sea algo accidental. El alma se encontraba al principio sin el cuerpo, y luego posteriormente lo recibió. El hombre estaba completo sin el cuerpo. Esto, en efecto, borra la distinción entre el hombre y los ángeles. (c) Destruye la unidad de la raza humana porque acepta que las almas individuales existieron mucho tiempo antes de que entraran en la vida presente. No constituyen una raza. (d) No tiene apoyo en la conciencia del hombre. El hombre absolutamente carece del sentido de una existencia previa; ni tampoco siente que el cuerpo sea una prisión o lugar de castigo para el alma. De hecho, teme la separación del cuerpo y del alma como algo que no es natural.

El Traducianismo.

Según el traducianismo las almas de los hombres se propagan juntamente con los cuerpos mediante la generación, y por lo mismo los padres las transmiten a sus hijos. En la Iglesia primitiva fueron traducianistas Tertuliano. Rufino, Apolinar y Gregario de Nisa. A partir de los días de Lutero el traducianismo ha sido el concepto dominante en la Iglesia Luterana. Entre los reformados lo aceptaron H. B. Smith y Shedd. A. H. Strong también lo prefiere.

a. Argumentos en favor del traducianismo. 
Varios argumentos se han presentado en favor de esta teoría. (1) Se dice que favorece la presentación escritural (a) que Dios solamente sopló una vez en las narices del hombre el aliento de vida, y luego dejó al hombre la propagación de su especie, Gén. 1:28; 2:7; (b) que la creación del alma de Eva estuvo incluida en la de Adán, puesto que se dice que ella "es del hombre" (1 Cor. 11:8), y nada se dice acerca de la creación de su alma, Gén. 2:23; (e) que Dios cesó el trabajo de la creación después de haber hecho al hombre, Gén. 2:2; y (d) que los descendientes, según se dice, estaban en los lomos de sus padres, Gén. 46:26; Heb. 7:9, 10, Compárense también los pasajes de Juan 3:6; 1:13; Rom. 1:3; Hech.17:26.

(2) Está apoyada por la analogía de la vida vegetal y animal en la que está asegurado el crecimiento numérico no por un número continuo y creciente de creaciones inmediatas, sino por medio de la natural derivación de nuevos individuos procedentes de un tronco paternal. Pero compárese el Sal. 104:30.

(3) También procura apoyarse en la herencia de las peculiaridades mentales y tendencias familiares que son a menudo tan notables como los rasgos físicos, los que no pueden explicarse ni por la educación ni por el ejemplo, ya que se hacen evidentes aun cuando los padres no hayan sobrevivido para educar a sus hijos. (4) Por último, parece ofrecer la mejor base para la explicación de la depravación moral y espiritual, que es asunto del alma más bien que del cuerpo.

b. Objeciones al traducianismo.
Varias objeciones pueden presentarse apasionadamente en contra de esta teoría.

(1) El traducianismo es contrario a la doctrina filosófica de la simplicidad del alma. El alma es una sustancia espiritual, pura, que no admite división. La propagación del alma implicaría, al parecer, que el alma del niño de alguna manera se separa del alma de sus padres. Todavía más, surge una pregunta muy difícil, ¿de dónde viene el alma del niño, del alma paterna o de la materna? ¿O viene de los dos? Y si viene de los dos, ¿no resulta un compuesto?

(2) Para evitar estas dificultades el traducianismo tiene que recurrir a una de estas tres teorías: (a) que el alma del niño tiene una existencia previa, una clase de preexistencia; (b) que el alma está potencialmente presente en la simiente. del hombre o de la mujer o de los dos, lo cual ya es un materialismo; o (e) que el alma se produce, es decir, se crea de algún modo, por medio de los padres, los que de esta manera resultan, en un sentido creadores.

(3) La teoría del traducianismo da por hecho que, después de la creación original, Dios sólo obra mediatamente. Después de los seis días de la creación su obra creativa cesó. La continuada creación de almas, es inconsistente con la relación de Dios para el mundo. Pero todavía puede preguntarse, ¿Cómo queda entonces la doctrina de la regeneración la cual no se efectúa por medio de causas secundarias?

(4) el traducianismo generalmente se une a la teoría del realismo, puesto que ésta es la única manera en que puede explicar el pecado original. Haciendo esto convierte en una posición insostenible la afirmación de la unidad numérica de la sustancia de todas las almas humanas; y también falla en darnos una respuesta satisfactoria a la pregunta: ¿Por qué han de ser tenidos los hombres por responsables únicamente del primer pecado de Adán, y no por sus pecados posteriores, ni por los pecados de sus demás antepasados?

(5) Finalmente, en la forma ya indicada conduce a insuperables dificultades en la Cristología. Si en Adán la naturaleza humana como un todo pecó, y aquel pecado fue por tanto el pecado actual de cada parte de aquella naturaleza humana, entonces no puede escaparse a la conclusión de que la naturaleza humana de Cristo también era pecaminosa y culpable puesto que había ya pecado en Adán.

El Creacionismo.

Esta teoría tiene por objeto afirmar que cada alma individual ha de ser considerada como una creación inmediata de Dios debiendo su origen a un acto creativo directo, aunque el tiempo en que se ejecuta no puede precisarse exactamente. Se supone que el alma al ser creada es pura, pero unida a un cuerpo depravado. Esto no significa, necesariamente, que el alma sea creada primero separada del cuerpo, y luego manchada al ser puesta en contacto con el cuerpo, lo que sería tanto como aceptar que el pecado es una cosa física. Significaría sencillamente que el alma aunque formada por un acto creativo de Dios, no obstante, está preformada en la vida psíquica del feto, es decir, en la vida de los padres y de esa manera adquiere su vida no sobre y fuera de, sino bajo y en, aquella intrincada situación pecaminosa con la que la humanidad, como un todo, está cargada.

a. Argumentos en favor del creacionismo.
Las consideraciones más importantes en favor de esta teoría son las siguientes: (1) Es más consistente con las presentaciones dominantes de la Escritura que el traducianismo. El relato original de la creación señala a una distinción marcada entre la creación del cuerpo y la del alma. El cuerpo está tomado de la tierra en tanto que el alma viene directamente de Dios.

En toda la Biblia se conserva esta distinción, en donde el alma y el cuerpo se presentan no solamente como sustancias diferentes, sino también con diferentes orígenes. Ec. 12:7; Isa. 42:5; Zac. 12:1; Heb. 12:9. Compárese Números 16:22. Claramente es mucho más consistente con la naturaleza del alma humana que el traducianismo. Lo material y lo espiritual, y por tanto, la naturaleza indivisible del alma humana, admitida generalmente por todos los cristianos, está perfectamente reconocida por el creacionismo. La teoría traduciana, por otra parte, sostiene una derivación de esencia que, como se admite en general, implica necesariamente separación y división de esencia.

(3) Evita los tropiezos del traducianismo en la Cristología y hace mayor justicia a la presentación Escritural de la persona de Cristo. Cristo fue verdadero hombre, con una verdadera naturaleza humana, un cuerpo verdadero y una alma racional; nació de una mujer, fue hecho semejante en todo a nosotros, y no obstante, sin pecado. A diferencia de los otros hombres no participó en la culpa y corrupción de la transgresión de Adán. Esto fue posible porque Él no participa de la misma esencia numérica de los que pecaron en Adán.

b. Objeciones al creacionismo.
El creacionismo está expuesto a las siguientes objeciones: (1) La más seria objeción ha sido formulada por Strong en las siguientes palabras: "Esta teoría, si consiente en que el alma, originalmente, está poseída por tendencias depravadas, hace a Dios el autor directo del mal moral; si sostiene que el alma ha sido creada pura, hace a Dios indirectamente, el autor del mal moral, puesto que enseña que Dios pone esta alma pura en un cuerpo que inevitablemente la corromperá". Indudablemente esta es una dificultad seria, y generalmente se considera como el argumento decisivo en contra del creacionismo.

Agustín ya había llamado la atención al hecho de que el creacionismo debería procurar evitar este tropiezo. Pero debe tomarse en cuenta que el creacionismo no considera, como lo hace el traducianismo, que el pecado original sea completamente un asunto de la herencia. Los descendientes de Adán son pecadores, no como resultado de haber sido puestos en contacto con un cuerpo pecador, sino en virtud del hecho de que Dios les imputa la desobediencia original de Adán. A eso se debe que Dios les retire la justicia original, y que la corrupción del pecado, naturalmente, se desarrolle.

(2) El creacionismo considera a los padres terrenales como los que engendran únicamente el cuerpo de su hijo, lo que ciertamente no es la parte más importante del niño y por tanto, no explica las reapariciones de las tendencias mentales y morales de los padres en los hijos. Todavía más, al tomar esta posición le atribuye a la bestia poderes más nobles de propagación que al hombre, porque la bestia se multiplica según su especie.

La última consideración no tiene gran importancia. Y hasta donde tenga que ver con las semejanzas mentales y morales de los padres y los hijos no necesariamente se necesita aceptar que éstas tan sólo puedan explicarse sobre la base de la herencia. Nuestro conocimiento del alma todavía es demasiado imperfecto para hablar con absoluta seguridad sobre este asunto. Pero esta semejanza hallará su explicación en parte en el ejemplo de los padres, en parte en la influencia del cuerpo sobre el alma, y en parte en el hecho de que Dios no crea todas las almas iguales sino que crea en cada caso particular un alma adaptada al cuerpo con el que se unirá, y adaptada también a las relaciones complejas en las que tendrá que ser introducida.

(3) El creacionismo no está en armonía con la relación actual de Dios con el mundo y con su manera de trabajar en él, puesto que enseña una actitud creativa directa de Dios, y de este modo ignora el hecho de que Dios actualmente obra por medio de causas secundarias y que suspendió su trabajo creativo. Esta no es una objeción muy seria para los que no tienen un concepto deísta del mundo. Es una suposición gratuita la de que Dios ha suspendido toda actividad creadora en el mundo.

Conclusiones finales.

a. Se necesita prudencia para hablar sobre este punto. Debe admitirse que los argumentos de ambas partes están perfectamente balanceados. Atendiendo a esto no es de sorprender que Agustín encontrara difícil escoger entre las dos. La Biblia no hace una afirmación directa respecto al origen del alma del hombre, salvo en el caso de Adán. Los pocos pasajes escriturales que se citan como favorables a una y otra teoría apenas si pueden considerarse definitivos por cada parte. Y puesto que no tenemos una enseñanza clara de la Escritura sobre el punto de que tratamos, se necesita prudencia para tratarlo. No debemos tratar de superar con nuestra sabiduría lo que está escrito. Algunos teólogos son de opinión de que debe reconocerse que hay un demento de verdad en esas dos teorías.

b. Alguna forma de creacionismo merece la preferencia. Nos parece que el creacionismo merece la preferencia, porque (1) no encuentra la dificultad filosófica insuperable con la que está cargado el traducianismo; (2) evita los errores cristológicos que envuelve el traducianismo; y (3) está más en armonía con nuestra idea del pacto. Al mismo tiempo estamos convencidos de que la actividad creadora de Dios al formar las almas humanas debe concebirse como muy estrechamente relacionada con el proceso natural en la generación de nuevos individuos.

El creacionismo no pretende ser capaz de despejar todas las dificultades, pero al mismo tiempo sirve como una garantía en contra de los errores siguientes: (1) Que el alma es divisible; (2) que todos los hombres son numéricamente de la misma sustancia; y (3) que Cristo tomó aquella misma naturaleza numérica que en Adán cayó.


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