Lección 1 | El origen del hombre | Antropología bíblica

El origen del hombre | Antropología bíblica | Lección 1

La doctrina del hombre en la Teología.

La transición de la teología a la antropología, es decir, del estudio de Dios al estudio del hombre es perfectamente natural. El hombre no es solamente la corona de la creación, sino también el objeto del cuidado especial de Dios. Y la revelación de Dios en la Escritura no solamente fue dada al hombre, sino que el hombre encuentra en ella lo que vitalmente le concierne. No es una revelación abstracta de Dios, sino la revelación de Dios en relación con sus criaturas, y particularmente en relación con el hombre. Es la historia de las relaciones de Dios con la raza humana, y especialmente la revelación de la redención que Dios ha preparado y para la cual busca al hombre para prepararlo.

Esto explica el hecho de que el hombre ocupe un lugar de importancia central en la Escritura, y de que el conocimiento del hombre acerca de Dios sea esencial para el adecuado entendimiento de la Escritura. La doctrina del hombre debe seguir inmediatamente a la doctrina de Dios, ya que el conocimiento de ella se presupone en todas las divisiones subsiguientes de la teología sistemática.

No debemos confundir el presente asunto con el estudio de la antropología general o ciencia de la humanidad que incluye todas aquellas ciencias que tienen al hombre por objeto de investigación. Estas se dedican al origen e historia de la humanidad tomando en cuenta la estructura fisiológica, las características físicas del hombre en general y de las varias razas humanas en particular, con su desarrollo étnico, lingüístico, cultural y religioso, etc.

La antropología teológica tiene que ver únicamente con lo que la Biblia dice respecto al hombre y con la relación que el hombre debe guardar para con Dios. Reconoce a la Escritura como su única fuente y lee las enseñanzas de la experiencia humana a la luz de la Palabra de Dios.

La explicación del origen del hombre según la Escritura.

La Escritura nos ofrece un doble relato de la creación del hombre, el primero en Gén. 1:26, 27, y el otro en Gén. 2:21-23. El primer relato contiene la explicación de la creación de todas las cosas en el orden en que ocurrieron, en tanto que el segundo agrupa las cosas en su relación con el hombre sin implicar nada respecto al orden cronológico de la aparición del hombre en la obra creativa de Dios, y claramente indica que todo lo que precede sirve para preparar una habitación adecuada para el hombre como rey de la creación. Nos muestra de qué manera el hombre quedó colocado en la creación, rodeado por el mundo vegetal y animal, y la manera cómo comenzó su historia. Hay ciertos detalles en los que la creación del hombre surge como diferente de la creación de los otros seres vivientes.

La creación del hombre fue precedida por un solmene Consejo Divino.

Antes de que el inspirado escritor consigne la creación del hombre, nos hace retroceder, digamos así, hasta el concilio divino dándonos a conocer el decreto de Dios en las palabras, "Hagamos al hombre a nuestra propia imagen, según nuestra semejanza", Gén. 1:26.

La iglesia, generalmente, ha interpretado el plural "hagamos" sobre la base de la existencia trinitaria de Dios. Algunos eruditos, sin embargo, consideran que se trata del plural de majestad; otros lo toman como el plural de comunicación, en el que Dios incluye a los ángeles en diálogo con Él; y todavía otros, como el plural de auto-exhortación. De estas tres sugerencias la primera es completamente impropia, puesto que el plural de majestad se originó en fecha muy posterior, el segundo es imposible, porque implicaría que los ángeles fueron co-creadores con Dios y que el hombre fue creado también a la imagen de los ángeles, lo que es una idea antibíblica; y la tercera es una hipótesis enteramente gratuita de la que ninguna razón se puede dar. ¿Qué razón habría para una autoexhortación en plural sino fuera la de que hay en Dios una pluralidad?

La creación del hombre es en el más estricto sentido de la Palabra un acto inmediato de Dios.

Algunas de las expresiones que se usan en el relato precedente a la creación del hombre indican una creación mediata en algún sentido de la palabra. Nótense las siguientes expresiones: "Y dijo Dios, Produzca la tierra hierba verde, hierba que da semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género"- "Produzcan las aguas seres vivientes y aves que vuelen sobre la tierra" y, "Produzca la tierra seres vivientes según su género"

Compárense éstas con la sencilla declaración, "y creó Dios al hombre". Cualquier indicio de mediación en la obra de creación que esté contenido en las primeras declaraciones, falta por completo en la última. Evidentemente la obra de Dios en la creación del hombre no fue mediata en ningún sentido de la palabra. Hizo uso de material preexistente al formar el cuerpo del hombre; pero hasta esto quedó excluido en la creación del alma.

A diferencia de las criaturas inferiores, el hombre fue creado según semejanza divina.

Con respecto a los peces, las aves, y las bestias leemos que Dios los creó según su especie, es decir, en una forma típica propia. Sin embargo, el hombre no fue creado de ese modo y mucho menos conforme al tipo de una criatura inferior. Con respecto a él dijo Dios, "Hagamos al hombre a nuestra propia imagen, según nuestra semejanza". Veremos lo que esto implica cuando discutamos la condición original del hombre, y únicamente llamamos la atención a ello aquí para destacar el hecho de que en el relato de la creación, la creación del hombre surge como algo diferente.

Los dos elementos diferentes de la naturaleza humana se distinguen con toda claridad.

En Gén. 2:7 se hizo una distinción clara entre el origen del cuerpo y el del alma. El cuerpo fue formado del polvo de la tierra; al hacerlo, Dios hizo uso de material preexistente. En la creación del alma, sin embargo, no hubo adaptación de materiales preexistentes sino la formación de una nueva sustancia. El alma del hombre fue una nueva obra de Dios en el estricto sentido de la palabra. Jehová "sopló en la nariz del hombre el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente". En estas sencillas palabras se afirma, claramente la doble naturaleza del hombre, y lo que en ella se enseña está corroborado por otros pasajes de la Escritura, por ejemplo, Ecl. 12:7; Mat. 10:28; Luc. 8:55; 2ª Cor. 5:1-8; Fi. 1:22-24; Heb. 12:9.

Los dos elementos son el cuerpo y el aliento o espíritu de vida que Dios sopló en el hombre y mediante la combinación de estos dos, el hombre se convirtió en un alma viviente". Lo que aquí significa sencillamente "un ser viviente".

El hombre fue colocado desde el principio en una posición elevada.

El hombre está representado como la cúspide de todos los órdenes de la creación. Está coronado como rey de la creación, y se le ha dado dominio sobre todas las criaturas inferiores. Corno tal fue su deber y su privilegio hacer que toda la naturaleza y todas las cosas creadas colocadas bajo su gobierno sirvieran a su voluntad y a su propósito, para que él y todo su glorioso dominio glorificaran al Todopoderoso Creador y Señor del universo, Gén. 1:21; Sal. 8:4-9.

El testimonio de la Escritura en cuanto a la unidad de la Raza.

La Biblia enseña que toda la raza humana desciende de una sola pareja. Este es el sentido obvio de los primeros capítulos del Génesis. Dios creó a Adán y a Eva como el principio de la especie humana, y les mandó: "Fructificad, multiplicaos, y llenad la tierra". Además, la narración subsiguiente de Génesis muestra claramente que las siguientes generaciones hasta la época del diluvio permanecieron en continua relación genética con la primera pareja, de manera que la raza humana constituye no solamente una unidad específica, una unidad en el sentido en que todos los hombres participan de la misma naturaleza humana, sino también una unidad genética o genealógica.

Esto es también lo que enseñó Pablo en Hech. 17:26; "Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación". Esta misma verdad es básica para la unidad orgánica de la raza humana en relación con la primera transgresión, y en relación también con la provisión hecha para la salvación de la raza en Cristo, Rom. 5:12, 19; 1 Cor. 15:21, 22.


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