Nota del editor: esta es la respuesta a una de las diferentes preguntas que los oyentes del podcast Ask Pastor John le hacen al pastor John Piper.
Parece que vemos señales, prodigios y milagros por todas partes en nuestras Biblias. Sin embargo, muchos de nosotros vemos una ausencia de señales, prodigios y milagros en nuestras vidas y en el mundo que nos rodea. ¿Dónde se fueron los prodigios? Es una pregunta que nos hace un estudiante universitario.
«Pastor John, gracias por este maravilloso podcast. Lo escucho regularmente. Soy novato en la Universidad de Pennsylvania. Mis padres son misioneros en la República de Georgia. He pasado algún tiempo en el campo misionero con ellos también. Es obvio que vivir en un campus tan secular es extremadamente diferente al del campo misionero, en especial a medida que converso con mis compañeros sobre la fe, la vida y el cristianismo en general. Una pregunta que mis amigos me hacen a menudo es esta: “¿por qué Dios no obra milagros patentes hoy en los Estados Unidos del siglo XXI como lo hizo tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento? ¿No parece ser conveniente que Dios sólo obrara milagros en la Biblia?”. ¿Cómo respondería usted a esta objeción a la fe?».
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Mi respuesta a esto es bastante simple: había menos milagros en la Biblia de los que probablemente crees, y hay más milagros hoy de los que probablemente sabes, y hay una buena razón bíblica de por qué hubo un cierto tipo de prevalencia de milagros en la Biblia que es diferente a la de hoy.
Permíteme decir unas palabras sobre cada una de estas tres observaciones.
ANTIGUOS MILAGROS
Piensa en el Antiguo Testamento. Esta es una declaración típica: el salmista dice en el Salmo 77:11: «Me acordaré de las obras del Señor; ciertamente me acordaré de tus maravillas antiguas». Cuando lees el Antiguo Testamento, te das cuenta de que la mayoría de los santos en la mayoría de los siglos habrían hablado así: «las maravillas antiguas. Oh, recuerda las maravillas antiguas».
Ellos se habrían hecho la misma pregunta que nosotros: «¿por qué había más milagros en los días de Elías o en los días de Moisés de los que hay hoy en los días de los profetas o en los días de los reyes?».
Es simplemente un gran error pensar que hubo milagros a lo largo de toda la historia del pueblo de Dios como la Biblia lo registra. No ocurrieron a lo largo de toda la historia del pueblo de Dios. Aparecían alrededor de ciertos periodos como el éxodo y como los ministerios de Elías y Eliseo.
La mayoría del tiempo, los santos del Antiguo Testamento vivían por fe en las promesas de Dios para el futuro, enraizados en las maravillas antiguas que Dios había realizado. Esta es la manera en que vivimos nuestras vidas hoy: por fe en las promesas de Dios, por un Reino que aún debe consumarse, mirando hacia atrás a la obra determinante de Jesucristo en la Biblia.
NUEVOS MILAGROS
En relación al Nuevo Testamento, es gloriosamente cierto que Jesús realizó milagros perfecta y consistentemente, aun cuando Él solo resucitó a tres personas de los muertos y no sanó a personas en muchos de los lugares donde viajó o donde no viajó.
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Los milagros de Jesús claramente no ocurrieron para mostrar que el Reino de Dios había sido consumado. Mostraron que el Reino había venido al mundo, apuntando a un día futuro cuando todos serán resucitados de los muertos y los que creyeron en Cristo ya no sufrirán enfermedad, porque así es Jesús y Él estaba mostrando algo de eso ahora.
No solo eso, sino que Jesús mismo explicó sus propios milagros como una señal de su divinidad. En otras palabras, algo acerca de estos milagros estaba relacionado con Él y no esperarías que se relacionaran a otras personas de la misma forma.
Por ejemplo, Él dijo en Juan 10:37: «Si no hago las obras de mi Padre, no me crean». En otras palabras, «estas obras son buena evidencia de que estoy en el Padre y que el Padre está en mí. Soy único. Soy el Hijo de Dios. Es verdad».
Aun cuando Él también les dio autoridad a sus discípulos para realizar milagros, ellos sabían que había algo totalmente único sobre este Hombre y la manera en que Él realizaba milagros. La autoridad y el poder residía únicamente en Él como el mismo Hijo de Dios.
POCOS Y DISTANTES ENTRE SÍ
Cuando vas al libro de los Hechos y al resto del Nuevo Testamento, es obvio que los apóstoles realizaron algunos milagros asombrosos, pero también es cierto que sufrieron mucho y sus colegas se enfermaron. Pablo andaba junto a un doctor. Fueron a la cárcel juntos. Fueron asesinados.
Aunque había dones de milagros, de sanidad y de exorcismo de los que se habla en 1 Corintios 12, habría sido una gran exageración pensar que los cristianos con esos dones en el primer siglo lo hacían de la misma forma en que Jesús lo hacía. Ya, en el primer siglo, fuera de la vida de Jesús, las cosas habían cambiado.
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Mi primera observación es que no debemos pensar en los tiempos bíblicos, tampoco en el Antiguo o Nuevo Testamento, como tiempos en los cuales los santos de Dios realizaron milagros consistentemente. Eso sería una distorsión del registro bíblico. Hubo algunos pocos y distantes entre sí en el Antiguo Testamento. Estuvieron únicamente concentrados en el tiempo de Jesús y sus apóstoles de una manera muy especial y que exaltaba a Cristo. Ellos compartían, en parte, los dones espirituales con todos los santos.
INNUMERABLES MILAGROS
La segunda observación que haría es que probablemente hay más milagros ocurriendo hoy de lo que nos podemos dar cuenta.
Si pudiéramos recopilar todas las historias auténticas alrededor de todo el mundo (desde los misioneros hasta los santos en todos los países del mundo, todas las culturas del mundo). Si pudiéramos recolectar todos los millones de encuentros entre cristianos y demonios, cristianos y enfermedades, y todas las denominadas «coincidencias del mundo», estaríamos pasmados. Pensaríamos que estaríamos viviendo en un mundo de milagros, lo cual es cierto.
BASES DE NUESTRA FE
La tercera observación que haría, y esto es lo que probablemente le diría a un no creyente que me está desafiando, es que el corazón del cristianismo no se trata de que el Reino haya venido completamente y que todo el pecado y la maldad estén siendo vencidos ahora en esta era.
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El corazón del cristianismo trata de que Jesucristo, el Hijo de Dios, vino en un punto de la historia del pasado para revelar cómo es Dios y para alcanzar la salvación al morir y resucitar por todos aquellos que crean en Él. Los milagros se agrupan alrededor de esa aparición en la historia de Jesús para validar sus afirmaciones y en la vida de los apóstoles para vindicar sus escritos.
El cristianismo es básicamente una vida vivida mirando hacia atrás con confianza en la obra de Cristo y mirando hacia adelante con esperanza, debido a ese pasado, hacia la consumación que viene. Es estar dispuesto a sufrir y a amar personas ahora y a llamarlos a esa fe.
Vivimos en un periodo donde sufrir es precisamente normal. Sin embargo, Dios, de vez en cuando, y a veces regularmente en tiempos de avivamiento, aún usa su poder para realizar, según su soberana voluntad, milagros para su pueblo. La razón por la que no lo hace más ahora es en parte (quizás) debido a nuestra falta de expectación y fe, pero es, en última instancia, debido a su decreto soberano.
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Cuando llamamos a personas a arrepentirse y a creer, no las estamos llamando a hacerlo basándose en un milagro que vieron ayer, incluso si este ocurrió. Los estamos llamando, basándose en la gloria de Jesucristo revelada en su muerte y resurrección por medio de la Escritura. Esa es la base. Incluso si ocurrieran más milagros hoy, ahí es donde necesita residir el fundamento de la fe.
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