¿Debe un creyente buscar el bautismo del Espíritu Santo? | John MacArthur

¿Debe un creyente buscar el bautismo del Espíritu Santo? | John MacArthur

"Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu". 1 Corintios 12:13

Es interesante que los que defienden que los cristianos busquen el bautismo por el Espíritu con el fin de pertenecer a la espiritual no pueden ponerse de acuerdo en cómo puede hacerse eso. Tienen muchas ideas y muchas teorías, pero no un método bíblico. La razón es simple: Las Escrituras no contienen ningún mandamiento, sugerencia o método para que los creyentes busquen o reciban el bautismo del Espíritu.
Usted no busca o pide lo que ya posee. Los creyentes en Samaria que se convirtieron bajo el ministerio de Felipe tuvieron que esperar un poco para recibir el bautismo con el Espíritu Santo, hasta que Pedro y Juan llegaron a Samaria y les impusieron las manos a los convertidos (1Ich. 5:17).

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En aquella situación única cuando la iglesia estaba comenzando, aquellos creyentes tuvieron que comenzar por el Espíritu Santo, pero nadie les dijo que lo buscaran. El propósito para aquella excepción fue para demostrar a los apóstoles, y para que volvieran con esa información a los judíos creyentes en general, que el Espíritu Santo bautizó y llenó a los creyentes samaritanos como lo había hecho con los creyentes judíos.

Del mismo que un poco después Pedro y unos pocos cristianos judíos fueron enviados a dar testimonio a Cornelio y a su familia con el fin de que se convencieran de que el evangelio era para todos los hombres y para “[quedarse] atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo” (Hch. 10:44- 45). Esos sucesos no representan la norma, como nuestro texto deja bien en claro, pero sucedieron para indicar a todos que el cuerpo era uno (Hch. 11:15-17).

Líderes cristianos serios y bien intencionados han causado mucha confusión, frustración y desilusión en la vida de muchos creyentes al ofrecer la posibilidad de una segunda obra de gracia, a la que llaman de muchas maneras. El tiempo y la energía que se podía usar en sencillamente obedecer al Señor y confiar en lo que Él ya nos ha dado, lo dedican a esforzarse por lo que ya se posee completamente y en abundancia. Una persona no puede gozar lo que tiene si está siempre buscando una segunda bendición que no existe.

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Una doctrina inadecuada de la salvación llevará siempre a una doctrina errónea de la santificación. Es una irónica tragedia que los que buscan una segunda bendición de gracia tampoco la pueden disfrutar. No gozan de la primera bendición, aunque está completa, porque están buscando continuamente la segunda, que no existe.

La idea de la segunda bendición se originó probablemente en la Edad Media con la enseñanza de que una persona es salva cuando es bautizada, aun si se hace siendo un bebé, y más tarde recibe el Espíritu Santo en la confirmación cuando es mayor. Evangélicos sinceros y bíblicos modificaron la idea como un medio para reanimar a cristianos sin vida. Debido a que la iglesia era letárgica, carnal, mundana e infructífera, buscaron infundir vitalidad animando a los creyentes a que buscaran una segunda obra de Dios en ellos. 

Pero el problema nunca ha estado en la insuficiencia o en que faltara algo a la obra de Dios. Cristo nos ha proporcionado una salvación perfecta. Es doloroso ver que tantos andan buscando alguna “experiencia triunfalista” o “vida profunda”, algún recurso clave para una espiritualidad instantánea, cuando el Señor nos llama a la obediencia y a la confianza en lo que ya nos ha dado en su perfecta obra de salvación (He. 10:14).

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El ser “llenos de toda la plenitud de Dios” de lo cual habla Pablo en Efesios 3:19 tiene que ver con vivir plenamente lo que ya poseemos por completo, como sucede con ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor (Fil. 2:12).
Cuando confiamos en Cristo estamos completamente inmersos en el Espíritu y llenos totalmente por Él. Dios no tiene nada más que poner en nosotros. Se ha puesto a sí mismo en nosotros y eso no puede ser superado. Lo que falta es nuestra completa obediencia, nuestra confianza y sumisión total, no su completa salvación, plenitud o bendición.

Fragmentos del Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: Primera Corintios.

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