Saborear | Juan Marcos Gómez

Saborear | Juan Marcos Gómez

"En aquella misma hora Jesús se regocijó mucho en el Espíritu Santo, y dijo: ‘Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios y a inteligentes, y las revelaste a niños. Sí, Padre, porque así fue de Tu agrado’”, Lucas 10:21.

Es importante reconocer que hay una larga distancia entre nuestro cerebro y nuestro corazón, y que podemos incluso estudiar las Escrituras de una manera fría, sin que experimentemos profunda transformación en nuestra vida. En esos momentos, la Palabra de Dios llega a convertirse en simples instrucciones de vida, y el glorioso evangelio no tiene ningún efecto en nuestros afectos. Esto implica, aún sin darnos cuenta, una postura rebelde ante la obra del Espíritu y Su Palabra, que siempre nos confrontan y consuelan.

Además de esto, el miedo a que las experiencias definan nuestra vida de fe nos lleva a perder la bendición de experimentar y saborear la bondad, fidelidad, y gracia de Dios. No sentir el amor y agrado del Padre significa vivir una vida de fe sin gozo.

En este pasaje, observamos a los discípulos regresar a Cristo luego de haber sido enviados por el Señor, y de haber experimentado gran éxito en su ministerio. A la luz de esto, el Señor Jesús no les dice que no se gocen demasiado, sino que cuiden su corazón y recuerden que hay un gozo mayor al que viene de las circunstancias ministeriales favorables: “Sin embargo, no se regocijen en esto, de que los espíritus se les sometan, sino regocíjense de que sus nombres están escritos en los cielos” (Lc 10:20).

Aquí sucede algo realmente impactante. Inmediatamente después de estas palabras, Jesús mismo, en una muestra de cariño e intimidad, expresa espontáneamente Su amor hacia el Padre. Jesús se goza por la obra del Padre a favor nuestro, y esto impacta mi corazón. El Señor sabe, y se siente amado por el Padre. Pero se goza y se deleita también en que podamos experimentar esta libertad que Él ganaría por nosotros, y la bendición de ser adoptados como hijos Suyos (1 Jn. 3:1).

Las buenas noticias para ti y para mí son que, gracias a la obra de Cristo en la cruz del calvario, a nuestro favor y en nuestro lugar, vivimos ahora bajo el favor de nuestro amoroso y misericordioso Padre Celestial. Podemos experimentar la belleza de la provisión de Dios para Sus hijos (Sal 34:8).

Piensa en esto y encuentra tu gozo en Él.

Este fragmento fue extraído del libro Descanso en Dios: 31 reflexiones diarias para recordar el evangelio de Juan Marcos Gómez.

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