Es evidente, por la experiencia de cada individuo y las experiencias colectivas de toda la humanidad, que la corrupción moral no es un comportamiento aprendido o imitado sino una característica inherente, enraizada profundamente en el corazón. La historia humana, la literatura secular y sagrada, la filosofía y la religión abundan con ilustraciones de la lucha del hombre con su propia corrupción moral y propensión al mal. Las palabras inspiradas del apóstol Pablo en Romanos 7:15, han sido el gemir de cada hombre que llega a entender la realidad de su propia corrupción moral: «Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago».
El significado de la «depravación total». Una de las frases más importantes que los teólogos usan para describir la profundidad de la corrupción o contaminación moral heredada del hombre, es la frase «depravación total». La palabra «depravación» viene de la preposición en latín de, que comunica intensidad, y la palabra en latín pravus, que significa «torcido» o «retorcido». Que algo sea depravado es afirmar que su estado o forma original ha sido profundamente torcido o pervertido. Que el hombre sea depravado es afirmar que él ha caído de su estado original de justicia y que su naturaleza misma se ha corrompido. Es importante saber qué quieren y no quieren decir los teólogos cuando usan los adjetivos «total», «dominante», «holística» о «radical» al describir la depravación del hombre.