En la iglesia del Nuevo Testamento hay dos ordenanzas: el bautismo y la Cena del Señor. A lo largo de la historia, muchos evangélicos han preferido utilizar el término «ordenanza» en lugar de «sacramento» para evitar cualquier posibilidad de que su lenguaje pueda comunicar la creencia errónea de que la salvación es conferida de alguna forma mediante el bautismo o la Cena del Señor.
La doctrina de la regeneración bautismal y la creencia de que Cristo está presente corporalmente en el pan y el vino son errores graves. La Cena del Señor conmemora la muerte y resurrección de Cristo y debe practicarse en memoria de Él y como una proclamación, señal y sello de Su obra redentora a favor de la iglesia (1Co 11:23-26). El bautismo es una declaración pública de la fe del creyente en Cristo y una identificación pública con Su persona, Su evangelio y Su pueblo. Aunque debemos denunciar la más mínima inclinación a creer que el bautismo y la Cena del Señor son medios de gracia salvadora, debemos procurar promover su gran significado y utilidad como medio de gracia santificadora de una manera similar a la lectura y predicación de las Escrituras y la oración congregacional.
En ambas ordenanzas, Cristo es proclamado y también está presente con Su pueblo. Después de su discurso sobre la disciplina eclesial, Cristo declaró: «Porque donde están dos o tres reunidos en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos» (Mt 18:20). Si tal promesa es aplicable a la iglesia cuando se reúne para pronunciar disciplina sobre un miembro que no se arrepiente, ¿cuánto más se aplica a la reunión de la iglesia local para el bautismo y la Cena del Señor?
Difícilmente se puede exagerar la importancia de las ordenanzas del bautismo y la Cena del Señor. Sin embargo, en el intento legítimo de la iglesia evangélica de evitar presentar estas ordenanzas como un medio de salvación, a menudo las hemos presentado con menos importancia, dignidad y solemnidad de lo que merecen. Los ancianos no solo deben enseñar sobre el punto de vista bíblico de estas dos ordenanzas, sino que también deben comunicar a la congregación su significado especial e instruir a los creyentes corazones y mentes para sobre cómo ello.