Las marcas del verdadero arrepentimiento | Paul Washer

Las marcas del verdadero arrepentimiento | Paul Washer

Una vista superficial de la naturaleza corrupta y mortal del pecado en la vida del creyente, y su efecto en la comunión con Dios, debería impulsarnos a buscar un remedio rápido y digno. Debería hacer que tengamos la disposición de administrarnos a nosotros mismos ese remedio una y otra vez a lo largo de toda nuestra vida. Ese remedio es el arrepentimiento y es más efectivo cuando saturamos nuestras mentes con las Escrituras, tenemos comunión con una iglesia bíblica local y estamos decididos a tratar radicalmente con el pecado cuando es expuesto.

En primer lugar, nos volvemos sensibles a nuestro pecado y nuestra necesidad de arrepentimiento conforme saturamos nuestras vidas con la Palabra de Dios. Como dijo David, hay una conexión directa entre la llenura del corazón con la Palabra de Dios y la capacidad para huir del pecado (Sal 119:11). Aquí debemos reconocer la absoluta esencialidad de la Palabra de Dios para hacer al creyente cada vez más sensible al pecado. Aunque la convicción del pecado es la obra del Espíritu Santo (Jn 16:8), la espada o el bisturí que el Espíritu empuña para cortar el corazón es la Palabra de Dios. De nuevo, debemos reiterar lo que fue dicho anteriormente. Cuanto más veamos la luz de Dios a través de nuestro estudio de la Palabra, más nos veremos a nosotros mismos a través de esa luz. Conforme crecemos en la Palabra, los pecados que antes estaban ocultos son expuestos y aprendemos a ver el pecado como Dios lo ve, a odiarlo con pasión santa y a rechazarlo con compromiso.

La obra del Espíritu de exponer el pecado oculto en nuestras vidas a menudo puede ser muy dolorosa, agonizante y desgarradora, pero es el camino seguro hacia la cura. Una persona que no está consciente que tiene cáncer puede estar feliz en su ignorancia, pero es una ignorancia mortal que ciertamente le traerá muerte. Sin embargo, el paciente que se entera de su cáncer puede sufrir por un tiempo, pero la noticia que rompe su corazón finalmente le salvará la vida.

Referencia Bibliográfica:

Tomado del libro «Los medios esenciales de la gracia», Paul Washer.

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