Esto es confuso, primero porque Pablo nos ha estado diciendo en toda esta carta que ya no estamos bajo la ley, y segundo porque ahora nos dice que tenemos que vivir una vida de amor a fin de cumplir la ley.
Nuestra libertad en Cristo es la libertad del Espíritu. Esta es la libertad para vivir una vida de amor conforme a la ley, no como un medio para ser aceptado por Dios, sino como un fruto de la aceptación de Dios. Si te parece que es lo mismo, entonces necesitas entender la diferencia.
Imagina a una mujer que se fija en un hombre y decide que quiere tenerlo como esposo, así que lo seduce y se entrega a él con la esperanza de que esto lo atraiga hacia una relación estable.
Consideremos ahora una segunda escena. Imagina a una mujer que conoce a un hombre y ella queda cautivada por él. Con el tiempo, él comienza a amarla y ella a amarlo también y se casan. Luego ella se entrega a él.
Hay una enorme diferencia entre estas escenas, pues entregarse al hombre para convertirlo en su marido es una oscura manipulación mientras que entregarse al hombre porque es su marido es natural de la relación y es algo de gran belleza.
Todo intento para usar la ley con el fin de asegurar una relación con Dios es simple manipulación y no funcionará, porque nadie manipula a Dios. Cumplir la ley libremente, viviendo una vida de amor, es el fruto natural de una relación con Dios y es una hermosa expresión de nuestra libertad en Cristo.
¿Consideras que tus buenas obras son el fruto de tu fe o el medio para ser aceptado por Dios? Piensa bien tu respuesta. Dios quiere lo primero y no lo segundo.