El misterio de la Unión Hipostática | Lección 15 | Cristología

Lección 15 El misterio de la Unión Hipostática

1. Importancia de entender bien el misterio de Cristo.

Según frase feliz, ya citada en la Introducción, del Prof. Griffith Thomas, «el Cristianismo es Cristo». Por tanto, es de suma importancia, como advierte Strong, conocer su Persona encarnada.

En efecto, el misterio de Cristo es la coronación del plan de Dios para la salvación del hombre, pues Cristo mismo es la expiación personal (1 Jn. 2:2) con relación al abismo, producido por el pecado, entre el hombre y Dios (V. Is. 59:2). Él es nuestro "pontífice": «puente» en su propio ser (Dios-hombre) y en su función mediadora (1) Tim. 2:5). Acabará su función, pero no su encarnación.

Esta encarnación del Verbo no disminuye la trascendencia de Dios. La humanidad de Jesús subsiste en y por la persona del Hijo de Dios, pero de ninguna manera participa de la esencia sustancial de la divinidad. Es lamentable que un teólogo como A. H. Strong admita la participación universal de la sustancia divina, recibida en plenitud (sin duda, alude a Col. 2:9) por la humanidad de Jesús. Con la frase «no conocemos más que una sola sustancia, trasfondo y base del ser», Strong se acerca peligrosamente a B. Spinoza y destruye el concepto de trascendencia de Dios.

El Nuevo Testamento nos incita a un conocimiento cada vez mejor del Verbo hecho hombre (V. Mt. 11:27¿mayor misterio conocer al Hijo que al Padre, o está implícito el conocimiento del Hijo a través de su humanidad?: Lc. 24:39; ... yo tengo»; Jn. 17:3; 20:31; Ef. 2:17-19; Flp. 3:8, 10: Col. 1:27; 2:2, 3; 1 Tim. 3:16; Heb. 2:11, donde el «de uno» indica lo más probable «de una misma raza»; 1 Jn. 1:1 un Verbo palpable).

2. Dificultades que implica este misterio.

2.1 Nos es muy difícil concebir una persona con dos naturalezas completas y perfectas, y cada una con su propia conciencia y su propio poder de autodeterminación. Es falsa la afirmación de Strong de que en Jesús hay una sola conciencia y una sola voluntad, basado en que, según él, «la autoconciencia y la autodeterminación no pertenecen a la naturaleza como tal, sino sólo a la personalidad». Es cierto que sólo la persona es autoconsciente y sólo ella se auto determina, pero la conciencia y la voluntad son agencias y energías de la naturaleza y, por tanto, se duplican en Jesús.

Por consiguiente, es único en Cristo el «yo» como sujeto de autoconciencia y de autodeterminación, pero ese único «yo» es consciente de cuanto pertenece a su divinidad mediante su mente divina, y es consciente de cuanto pertenece a su humanidad mediante su consciencia humana. ¿Cómo se hace, entonces, consciente su mente humana de su identidad divina y de los misterios de la divinidad? Sencillamente, mediante la operación del Espíritu Santo, el obrero de la Trinidad (Lc. 1:35: jen la Encarnación!), quien le entrega o comunica a raudales (Jn. 3:34) la gracia y la verdad, de cuya plenitud todos recibimos (Jn. 1:16). Sin embargo, no le comunica lo que no entra en su función de Enviado del Padre y podría ser perjudicial para nosotros (V. Mr. 13:32).

Si tenemos un concepto claro de persona y de naturaleza, estaremos equipados para resolver, en lo posible, las dificultades que este misterio presenta. Como dice E. Kevan, «el término naturaleza denota la suma total de todas las cualidades esenciales de una cosa, lo que la hace ser lo que es. El término persona denota alguien... poseedor de autoconciencia y autodeterminación. La personalidad no es una parte esencial o integral de la naturaleza, sino como el término al que tiende».

2.2 Otra de las perplejidades que nos ofrece este misterio es la aparición de una naturaleza sin personalidad propia, pues en Cristo hay un solo «yo», un solo sujeto de atribución y responsabilidad, un solo quien: la segunda Persona de la Trina Deidad. Sin embargo, tengamos en cuenta, una vez más, que la naturaleza humana de Jesucristo no es impersonal, puesto que subsiste plenamente en la persona divina del Verbo de Dios.

2.3 Es curioso comprobar, con el Nuevo Testamento abierto, que en esta unión hipostática, junto con la mayor juntura que cabe, tenemos la máxima diferencia. Por una parte, la unión de las dos naturalezas en la persona es la más estrecha que existe; por eso dice el dominico Fray Luis de Granada que «cuando tuvo que quebrar (en la muerte), no quebró por la juntura, sino por lo sano»; en otras palabras, se separó el alma del cuerpo, pero ninguno de los dos se separó de la divinidad: ambos siguieron siendo, tras la muerte, el cuerpo y el alma del Hijo de Dios. Por otra parte, no existe la menor mezcla o confusión de atributos; ambas naturalezas conservan íntegras e incomunicables sus respectivas cualidades, propiedades y funciones específicas.

2.4 La Encarnación del Verbo, con ser la unión más estrecha posible entre la divinidad y la humanidad, no supuso cambio alguno en la divinidad de Jesucristo. Se encarnó la persona, no la naturaleza divina, del Hijo. Y, a pesar del anonadamiento 0 «vaciamiento» de que nos habla Flp. 2:7 "heauton ekènose", no fue la esencia divina la que sufrió merma, sino la forma externa, majestuosa "morphe" de manifestarse, que quedó oculta dentro de las opacas paredes de una humanidad mortal, débil como la nuestra.

3. Singularidad y peculiaridad de esta unión.

La unión hipostática es una unión del todo singular por sus peculiares características; tanto, que no se le pueden encontrar analogías con ninguna de las uniones que conocemos. En efecto:

3.1 No es una unión orgánica, vital, como la de nuestro cuerpo con nuestra alma, los cuales forman el compuesto humano, sino puramente hipostática, es decir, en el núcleo mismo de la personalidad, no siendo en ella la persona el elemento activo, sino el sujeto de atribución.

3.2 No es como la unión del hierro y el fuego, puesto que la incandescencia no es una nueva naturaleza, sino un estado accidental del fuego, mientras que en la unión hipostática una nueva naturaleza es asumida óntica y sustancialmente por el Verbo de Dios, hasta formar con él un solo ser individual.

3.3 Tampoco es como la unión espiritual del creyente con Cristo, con Dios, con el Espíritu Santo, ya que ésta es una unión moral, no sustancial.

3.4 Finalmente, no se parece a la unidad de las tres personas divinas entre sí, sino que más bien sigue un modelo opuesto, ya que en la Trinidad tres personas realmente distintas comunican en la misma esencia, sustancia y naturaleza divina, mientras que en la Encarnación una sola persona alberga en su única subsistencia dos naturalezas realmente distintas.

4. Propiedades principales de la unión hipostática.

4.1 Es necesaria. Es preciso que Dios y el hombre se unan en una sola persona para hacer de Jesucristo el perfecto Mediador que necesitábamos (1 Tim. 2:5; Heb. 2:17. 18; 4:15, 16; 7:25). Así tenemos en nuestro gran Sumo Sacerdote una perfecta simpatía y compenetración con nosotros los hombres, a la vez que un valor infinito en su sacrificio sustitutorio y también representativo. Dice Strong: «Como el sumo sacerdote de la Antigüedad llevaba en su mitra el nombre de Jehová, y en el efod de su pecho los nombres de las tribus de Israel, así también Jesucristo es Dios con nosotros, y al mismo tiempo nuestro representante propiciatorio ante Dios. Bien dice Dido en la Eneida de Virgilio: "Haud ignara mali, míseris succurrere disco"= = "No ignorando yo misma el mal, aprendo a socorrer a los desgraciados." Y Terencío casi expresó una frase cristiana cuando escribió: "Homo sum, et humani nihil a me alienum puto" = "Soy hombre, y nada humano lo considero ajeno a mí.»

4.2 Es indisoluble. Ya explicamos el verdadero sentido de 1 Cor. 15:28, que no se opone a nuestro aserto. Strong cita Jn. 17:5 y Heb. 1:8, que no nos convencen, ya que ambos se refieren a Cristo en su naturaleza divina. En cambio, son muy claros Lc. 1:33, donde al hablar de Jesús como el heredero del trono de David, se dice: «su reino no tendrá fin»; Heb. 7:24: «permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable», lo cual sólo es aplicable a Jesucristo en cuanto hombre, ya que en cuanto Dios no puede ser sacerdote (V. Heb. 5:1); 13:8; Арос. 21:23; 22:1, 3, 5. La fuerza de estos textos apocalípticos estriba en que, de no permanecer para siemprela unión hipostática, no disfrutaríamos durante la eternidad de la lumbrera del Cordero, con lo que, de acuerdo con Jn. 14:9 y Col. 2:9, nos quedaríamos por toda la eternidad sin la beatificante visión de la gloria de Dios.

5. ¿Puede el entendimiento humano imaginar la posibilidad de tal unión?

Aun después de conocido el misterio de la Encarnación, nuestra mente se pregunta con estupor: ¿Cómo es posible que, en una misma persona, se uniese el Infinito con lo limitado? Nunca podríamos dar una respuesta adecuada, pero sí que podemos encontrar alguna razón para la no imposibilidad (que no es lo mismo que la posibilidad) de dicho misterio. Strong insinúa una base de acercamiento en el hecho de que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; en cambio, el animal bruto sería incapaz de ser unido personalmente al Verbo. Suponemos que Strong se refiere a la no-imposibilidad moral. puesto que nadie puede probar la repugnancia metafísica de la unión del Verbo con cualquier otra naturaleza creada.

Mucho menos aceptables son las razones que Strong presenta y las citas que ofrece de autores que escriben con resabios panteístas (v.g.: «el hombre es divino en un verdadero sentido»), para demostrar que Dios no hubiese podido hacerse ángel, árbol o piedra. La única razón por la que el Hijo de Dios debía hacerse hombre, y no ángel, es que sólo como hombre podía realizar su obra sustitutoria. Jesucristo no es el Hombre-Modelo en sentido platónico, ni en sentido panteísta, sino porque debía, en Sí y por Sí, restaurar la imagen de Dios en el hombre, Ilenándola de vida, luz y amor. 2 Pedro 1:4 no se refiere a una participación sustancial, contra lo que opina Strong. Late

6. ¿Cuántas existencias hay en Jesucristo?

Para responder adecuadamente a esta pregunta hay que clarificar los conceptos. La confusión que la mayoría de los teólogos evangélicos sufren respecto a los términos tencia es el acto por el que una esencia es algo en la rea- «existencia» y «subsistencia» obliga a una aclaración: Exislidad concreta; en cambio, subsistencia es el acto por el que algo existe en sí mismo como base de sustentación individual, y no en otro. De acuerdo con estas definiciones, debemos decir que la humanidad de Jesucristo existía con realidad propia, en cuanto naturaleza concreta, pero subsistía en la persona del Verbo. Así se entiende mejor cómo es que era consciente con dos conciencias y obraba con dos voluntades.

Es curioso que Barth se una en esto a los tomistas, al admitir en Jesucristo una sola existencia. De conformidad con la profesión de Calcedonia, hemos de advertir que la naturaleza humana de Jesucristo no está divinizada ni es deiforme. Es cierto que nuestra adoración se extiende también a su naturaleza humana, pero no como término en sí misma, sino como manifestación visible de su persona adorable, de la misma manera que besamos la mano de un bienhechor. Notemos también, una vez más, que la conciencia no es el «yo», sino la pantalla en que se refleja el percibir y el apercibirse del sujeto consciente.

Es digna de consideración la advertencia de Berkouwer cuando dice: «Debemos recordar que la Iglesia ha de preocuparse, no de legitimar términos científicos, sino de velar por el sentido de los términos usados para expresar la fe cristiana».

Una última pregunta: ¿En qué momento tomó el Verbo la naturaleza humana? Respondemos: En el mismo instante en que existió el embrión humano de Jesús, ya que en el primer instante de su concepción pertenecía personalmente al Verbo de Dios. De lo contrario, habría existido en algún instante un individuo humano con personalidad propia, o carente de toda personalidad. Es como si un jersey, en vez de ser comprado y puesto, ya acabado de tejer, sobre una persona, fuese desde el principio tejido sobre la persona que queda vestida con él.


ÚNETE A NUESTROS CANALES DE DIFUSIÓN EN Instagram o WhatsApp. Te ofrecemos artículos relevantes sobre noticias cristianas, Devocionales, Teología y Estudios Bíblicos.

Publicar un comentario

Gracias por comunicarte con nosotros.

Artículo Anterior Artículo Siguiente