El hombre natural tiene un problema con el evangelio: la gracia suena muy bien pero preferimos las obras. Esto se debe a que queremos desarrollar nuestra propia justicia y no depender de Dios. ¿Qué quiere Dios de mí? Sólo dime lo que tengo que hacer, dime lo que me costará.
Creer en el evangelio va en contra de todos los instintos de nuestra naturaleza. Lo más difícil de la gracia es que no la queremos. Algunos de nosotros hemos pasado años intentando pagarle nuestras deudas a Dios y escuchar ahora que no lo podemos hacer, no parece una buena noticia.
Ahí es donde estaba Pablo: «Si algún otro cree tener motivo para confiar en la carne, yo mucho más» (Filipenses 3:4). Quizá también estás ahí; has estado tratando de determinar tu propia posición correcta frente a Dios, pero ahora ves que todo es un castillo de naipes. No es demasiado tarde para ti: pon tu fe en Cristo para que puedas tener una nueva justicia, que proviene de Dios y que es por fe.
¿Has visto tu necesidad de la gracia de Dios en Cristo o todavía estás tratando de pagar y ganarte el favor de Dios?