El temor de Dios es la clave para combatir el miedo malsano. Cuando tememos a Dios, no tememos a otras cosas. La persona que teme a Dios no tiene necesidad de temer a nada más. Cuando Cristo es grande, nuestros temores no lo son. A medida que se expande el temor a Dios, disminuyen los temores sobre la vida y la muerte, incluido el temor a Satanás.
Sin duda, Satanás es un poderoso ser espiritual. Es un enemigo feroz. Pero los creyentes no deben temerle. El miedo a Satanás es un miedo malo o incorrecto. En Mateo 10:28 Jesús dijo: “No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.” A los creyentes no se les ha dado un espíritu de cobardía (2 Timoteo 1:7).
Sin embargo, esto no nos da licencia para pasarnos al otro extremo burlándonos, insultando y burlándonos del diablo. Este comportamiento es tonto y no bíblico (2 Pedro 2:10; Judas 8-9). No debemos temblar ante el diablo, pero tampoco debemos trivializarlo. Todo el pueblo de Dios haría bien en recordar las palabras tranquilizadoras de Martín Lutero:
"Y aunque este mundo lleno de demonios, debería amenazar con deshacernos; no temeremos, porque Dios ha querido que Su verdad triunfe a través de nosotros".
Referencia Bibliográfica
Este artículo forma parte de la serie: «101 respuestas a preguntas sobre Satanás, demonios y guerra espiritual» de Mark Hitchcock.