Nota estas dos dimensiones del evangelio: la muerte de Cristo por mí y la vida de Cristo en mí.
«Con Cristo he sido crucificado». El Hijo de Dios me amó y se entregó por mí, este fue un evento histórico y sucedió en Jerusalén hace 2,000 años; Jesucristo murió por mis pecados.
«Cristo vive en mí». El Hijo de Dios vive en mí por Su Espíritu Santo y esta es una experiencia real. El evangelio trata de Jesús, quien murió por nuestros pecados y resucitó para darnos una nueva vida.
Aquí es donde los gálatas tenían problemas: ellos creyeron el evangelio pero luego, cuando se enfrentaron a la pregunta de cómo vivir la vida cristiana, se alejaron de Cristo y volvieron a la ley. Este es el tema del capítulo 3, que comienza desde el capítulo 2: «si yo reedificó lo que en otro tiempo destruí, yo mismo resultó transgresor» (Gálatas 2:18).
Cuando ellos creyeron, derribaron la casa de su propia justicia y se mudaron a la casa de la justicia en Cristo; pero si ellos reconstruyen lo que habían derribado (es decir, se mudaran otra vez a la casa de su propia justicia), entonces volverían a estar obligados a guardar toda la ley y estarían de nuevo bajo la maldición de la ley.
Algunos cristianos piensan que es la gracia la que nos trae a la vida cristiana pero son las obras las que nos mantienen en esa gracia. Cuando evaluamos nuestra condición ante Dios por las cosas que hacemos por Él, en lugar de las cosas que Él hace por nosotros, hemos abandonado el evangelio y hemos vuelto a la ley. Esto no es lo que Cristo nos llama a hacer. Cristo nos llama a encontrar nuestro descanso en Él.
¿Sientes que tu relación con Dios depende de tu tiempo de oración o de lo que puedes llegar experimentar en la adoración? ¿De cuánto bendiga tu ministerio o de que las cosas vayan bien? Si es así, pídele a Dios que te ayude a encontrar tu descanso en Él.