La ley no puede darte vida y nada de lo que hagas por Dios puede impartir vida. Tu ministerio no puede impartir vida, tus ofrendas no pueden impartir vida, tus disciplinas espirituales no pueden impartir vida. La ley de Dios te dice lo que tienes que hacer pero no te puede dar el poder para hacerlo.
Hay una historia sobre Will Rogers, un famoso humorista, que durante la Segunda Guerra Mundial fue invitado a dar un discurso después de la cena a algunos de los altos mandos militares en Washington. El problema en aquel momento era qué hacer con los U-boats, unos submarinos que estaban causando una destrucción masiva a la industria naval.
«Caballeros», dijo Rogers, «tengo un plan para librar las aguas de los submarinos. Si llevan el océano al punto de ebullición, los submarinos se verán obligados a salir a la superficie, y así las tripulaciones podrán ser capturadas y los barcos destruidos». Entonces alguien grító: «¿Cómo se puede llevar el océano a punto de ebullición?» Rogers dijo: «Sólo les digo lo que tienen que hacer; depende de ustedes encontrar la manera de hacerlo».
Este es el problema de la ley: nos dice lo que tenemos que hacer pero nos deja tratando desesperadamente de encontrar la manera de hacerlo. Si te tomas en serio lo que la ley nos pide que hagamos, pronto te darás cuenta de que te podría decir: «Ve a hervir el océano».
¿Estás confiando en la ley para sostener tu vida cristiana? ¿Le estás dando demasiado crédito a la ley?