El propósito principal de la ley es conducirte a Cristo. Cuando veas la imposibilidad de la vida que Dios te está llamando a vivir, entonces verás tu necesidad de un Salvador.
La ley fue puesta para guiarte a Cristo. Esto es verdad no sólo el día en que viniste a la fe, sino durante toda la vida cristiana. Algunos cristianos han caído en el error de los gálatas, pues ven su propia necesidad inicial de Jesús para el perdón de sus pecados, pero después de esto sienten que son capaces de vivir por sí solos una vida agradable a Dios, quizás con la ayuda de algún perdón de vez en cuando.
¿Crees que Dios mira desde el cielo y está impresionado por tu vida cristiana? Los mejores esfuerzos de tu vida cristiana son, en el mejor de los casos, un pequeño comienzo. Agustín dijo: «No alabo las obras de mis manos por temor de que halles en ellas más pecados que méritos».
La ley hará una de dos cosas por ti: te convencerá de que eres un pecador o te convertirá en un fariseo; te humillará o te convertirá en un arrogante insoportable. A menudo, el mundo ve a los cristianos como unos santurrones arrogantes, que llaman a otros a ser tan justos como pensamos que somos. Si creemos que tenemos éxito en guardar los mandamientos de Dios, entonces merecemos ser considerados así.
La intención de la ley de Dios es llevarte a Cristo, pero fue la ley la que alejó a los gálatas de Él. Ellos comenzaron bien, viendo su necesidad de Cristo y el perdón que trae, pero luego sintieron que podían manejar la vida cristiana por sí mismos. Eso no es cristianismo. Cristo es el principio, el centro y el final de la vida cristiana.
¿Te estás volviendo más humilde o un arrogante insoportable? ¿Más convencido de que eres un pecador o más como los fariseos?