¿Por qué alguien quisiera estar bajo la ley? Porque en todos nosotros hay un deseo profundo por ponerle un límite a nuestra responsabilidad, y es por eso que en ocasiones estamos más cómodos siguiendo la ley que el amor.
Piensa en tu tarjeta de crédito. La relación que tienes con el banco que emitió tu tarjeta de crédito es una relación legal, ¡obviamente no es una relación de amor! Pagas lo que debes. En ocasiones te atrasas en los pagos y acabas debiendo más pero, incluso en este caso, la responsabilidad tiene un límite. Cuando recibes tu estado de cuenta sabes exactamente lo que tienes que hacer, esta es la deuda que has generado y esto es lo que debes; así que pagas la tarjeta y listo. Una relación de amor es diferente: no hay ni pagos definidos ni limites.
Cuando se trata de nuestra relación con Dios, hay un fuerte instinto en nuestra naturaleza caída que preferiría una relación por medio de la ley. «Sólo dime lo que tengo que hacer. ¿Qué es? Confesar mis pecados los domingos, comer pescado los viernes, tener un tiempo de meditación a diario, unirme a un estudio bíblico, tener a quien rendirle cuentas, orar con la familia. ¿Qué más? ¿Ayunar? ¿Con qué frecuencia y durante cuánto tiempo? ¿Servir? ¿En qué y dónde? ¿Ofrendar? ¿Cuánto? Dame la lista». Esto es una relación por medio de la ley.
Las relaciones por la ley tienen límites claramente definidos mientras que las relaciones de amor no los tienen. Si el Espíritu de Dios vive en ti, no puedes relacionarte con Él sobre la base de la ley sino sólo sobre la base del amor. Así podrás decir: «El mundo entero no será dádiva digna de ofrecer. Amor tan grande y sin igual en cambio exige todo el ser».
¿Has estado intentando relacionarte con Dios con base en una relación legal y no de amor? Si es así, ¿por qué crees que Él te llama a una relación de amor?